México sigue tapando el pozo tarde

Por Alfonso Grajales Cano

Han pasado cinco años desde que el mundo vivió la pandemia por el COVID-19. Cinco años desde los hospitales colapsados, las compras de pánico y las videollamadas eternas que, admitámoslo, nos dejaron más fastidiados que informados.

Y ahora, cuando uno pensaría que aprendimos la lección, México enfrenta un brote de tos ferina y sarampión, lo que nos recuerda que, si hay algo en lo que somos expertos, es en tapar el pozo cuando el niño ya se ahogó.

Porque, a ver, la historia nos ha enseñado que las pandemias y epidemias no son cosa de una sola vez. Ahí está la gripe española en 1918, la influenza en 2009 y el COVID-19 en 2020. Y si algo es seguro, es que el próximo virus ya viene en camino, y México sigue en las mismas: sin estrategia, sin suficientes vacunas y con las mismas promesas recicladas de siempre.

Ahora resulta que el Comité Nacional para la Vigilancia Epidemiológica (Conave) se puso al tiro y lanzó una alerta sanitaria. ¿La razón? 288 casos de tos ferina (con un bebé que tristemente murió) y 43 de sarampión, principalmente en Chihuahua y Oaxaca. Y aquí la pregunta es: ¿cómo llegamos a esto si existen vacunas para prevenirlo?

Pues muy fácil. Porque México dejó caer la cobertura de vacunación de más del 95 por ciento al 65 por ciento en los últimos años. Y lo peor: en menores de dos años, solo el 8.8 por ciento está vacunado. O sea, en términos simples, nuestros niños están más indefensos que un perro en un puesto de barbacoa.

Pero no te preocupes, porque el gobierno ya tiene un plan brillante: reactivar las Semanas Nacionales de Vacunación. Después de años sin hacerlas, ahora sí se acordaron de que vacunar a la gente es importante. Es decir, volvemos a lo mismo: esperamos a que el problema sea enorme para hacer algo al respecto.

Y mientras aquí parchamos la situación sobre la marcha, hay países que llevan rato invirtiendo en investigación, detección de virus y desarrollo de vacunas. México, en cambio, sigue dependiendo de que alguien más nos venda las dosis cuando las necesitamos. Y si no hay abasto, pues ni modo, a encomendarnos a la morenita del Tepeyac.

Y luego está el otro gran problema: ¿qué hemos hecho para mejorar nuestra respuesta ante una nueva pandemia? Porque sí, el COVID-19 nos dejó claro que nuestro sistema de salud no estaba preparado ni tantito. No había suficientes hospitales, médicos ni equipo. Los insumos escaseaban, los trabajadores de la salud estaban al borde del colapso y la gente recibía mensajes contradictorios sobre qué hacer.

Hoy, cinco años después, ¿qué ha cambiado?

Pues no mucho. Seguimos con hospitales saturados, falta de personal médico y un sistema de salud fragmentado. Y si mañana aparece un virus nuevo, ¿qué va a pasar? Exacto, se repite la historia.

Y lo peor es que ya casi nadie habla de esto, de fortalecer la salud pública, de invertir en investigación o de cómo responder mejor ante una crisis sanitaria. Aquí lo que importa es la grilla, el pleito político y ver quién tiene la culpa.

Así que aquí estamos, viendo cómo otra vez nos agarra con los pantalones abajo una crisis de salud que pudo haberse prevenido. Y lo que más duele es que, cuando venga la próxima pandemia, vamos a repetir el mismo ciclo de caos, medidas a destiempo e improvisación de personajes como el nefasto Hugo López-Gatell.

Porque México podrá ser muchas cosas, pero si algo nos encanta es aprender a la mala. Después de ahogado el niño, tapan el pozo. Y, al paso que vamos, más vale que vayamos cavando más pozos, porque este no será el último desastre.

Nos leemos pronto… si es que no nos toca la próxima pandemia antes.