Gustavo de Hoyos Walther
Un país no es sólo su presente. Un país es una constelación de las generaciones pasadas, presentes y futuras. Quienes vivimos hoy en el México del siglo XXI reconocemos a los que nos precedieron y sentaron las bases de lo que somos.
A su vez, sabemos que somos los precursores de los mexicanos que habitan el porvenir. Debemos serles fieles con nuestras ideas y nuestras acciones.
Y esto empieza con la educación que les brindamos a los niños y niñas de nuestra nación: los adultos del futuro mexicano. Si somos incapaces de dotarlos de las herramientas requeridas y los conocimientos necesarios para prosperar y vivir bien habremos roto el pacto valioso de las generaciones.
Desgraciadamente, eso es lo que parece estar sucediendo hoy en día y la principal responsabilidad es la del Presidente de la República y el grupo que lo acompaña.
La crisis de la educación mexicana ya ha sido diagnosticada desde hace tiempo y durante el sexenio de Peña Nieto se intentó una reforma que no se concretó. Hay varias causas que explican este fracaso pero lo que importa ahora es señalar la manera en que el gobierno actual ha prácticamente claudicado en su papel de educar debidamente a los jóvenes mexicanos.
Es difícil llamarle política educativa a lo que está haciendo el gobierno. Sus libros de texto promueven cierto tipo de propaganda de acuerdo a una visión distorsionada de la realidad. Pero incluso antes de que se publicaran, los efectos de la mala política educativa de este gobierno ya se habían hecho sentir.
De acuerdo con una reciente evaluación realizada por PISA a jóvenes de 15 años en todo el mundo, nuestro país sale muy mal parado. 47 por ciento tiene dificultades para comprender lo que leen, 51 por ciento no puede distinguir una explicación científica de una que no está soportada por evidencia y 66 por ciento no sabe cómo realizar una conversión simple de unidades.
Esto quiere decir que más de la mitad de los jóvenes mexicanos de 15 años no podrán encontrar un empleo digno que les permita desarrollarse en lo personal y ayudar a aumentar la prosperidad del país en lo colectivo.
Otro dato escalofriante tiene que ver con el hecho de que la juventud mexicana es menos capaz en matemáticas, lectura y ciencias de lo que era antes de la pandemia. Se trata de una gran afrenta a los mexicanos el que el gobierno mexicano no haya gastado lo debido en paliar los efectos de la pandemia en la educación pública y privada.
Para decirlo con todas sus letras: la pérdida de aptitudes en habilidades científicas y matemáticas de los jóvenes mexicanos es la mayor – y por mucho – entre los países de la OCDE.
No hay que cansarse de repetirlo. Esta tragedia nacional educativa está ocurriendo en el preciso momento en que una gran revolución de orden tecnológico y científico está ocurriendo frente a nuestros ojos y que transformará la forma en que la humanidad crea riqueza. Lo que Klaus Schwab denomina la cuarta revolución industrial está dislocando paradigmas y sólo las sociedades que logren adoptar y adaptar los nuevos modelos de la economía postindustrial podrán ser exitosas.
Importa cambiar hoy la actual política educativa porque el mundo del futuro será cruel con nuestros jóvenes si no les ayudamos ahora a ser las mejores versiones de sí mismos en el porvenir cercano.