Por Alfonso Grajales Cano
Que no nos quieran ver la cara, porque lo que pasó en San Lázaro con Cuauhtémoc Blanco no tiene madre. El exfutbolista, exgobernador y ahora flamante diputado federal, acusado por su propia media hermana de tentativa de violación, acaba de recibir la barrida más sucia del Congreso: la protección de su propio equipo, Morena y aliados, para no quitarle el fuero y evitar que sea investigado como cualquier hijo de vecino.
Sí, así como lo lees. El Congreso ni siquiera quiso entrarle al tema de fondo. La Sección Instructora, con mayoría guinda y verde, desechó la solicitud de desafuero bajo el pretexto de que la Fiscalía de Morelos presentó mal la solicitud ¡Ajá, y yo nací ayer!
Pero aquí es donde la cosa se pone buena: varias diputadas de Morena alzaron la voz. Lo que parecía otro caso de “cierre de filas” con los suyos, terminó en una rebelión interna de mujeres que dijeron basta. Legisladoras como María Clemente y otras morenistas salieron a decir lo que muchos no se atreven: que el fuero no debe ser escudo para proteger a alguien acusado de abuso sexual. Que esto huele a encubrimiento, no a legalidad.
Y mientras tanto, ¿qué hace Cuau? Bien campante, negando todo y diciendo que lo quieren desprestigiar. Hasta se aventó el chistecito de que va a proponer una iniciativa para proteger a los hombres de denuncias falsas. No manches. Eso ya no es defensa, es burla.
Este caso ya se volvió el Ayotzinapa moral de la 4T en materia de violencia contra las mujeres. Porque no se trata solo de Blanco, se trata del mensaje que manda el gobierno que dice luchar contra el machismo… pero que se muerde la lengua cuando el acusado es uno de los suyos.
Y no, no es la primera vez que Cuauhtémoc se mete en broncas. En Morelos dejó un desmadre de inseguridad, corrupción y compadrazgos. Pero como trae camiseta de Morena y todavía jala reflectores, lo siguen defendiendo como si fuera el Maradona de la política.
Aquí no estamos pidiendo que lo crucifiquen. Solo que lo investiguen como a un simple mortal. Que enfrente la justicia si hay pruebas, y que se defienda con la ley, no con los votos de su bancada.
Pero claro, en la política mexicana el fuero no es un derecho, es una armadura para no rendir cuentas. Y cuando se trata de proteger a uno de casa, la 4T también se hace pato. Porque aquí, la “transformación” se aplica solo a los bueyes de mi compadre.
¿Y las víctimas? Bien, gracias.
Así que aguas, porque este caso se les puede ir de las manos. No porque Cuau sea indispensable —la neta, ni en la cancha política mete goles—, sino porque seguirlo blindando es traicionar el discurso que tanto presume el gobierno. Y eso, tarde o temprano, cobra factura.
Y mientras tanto, que alguien le diga a Cuau que ya no está en el América y esto no se resuelve con un clavado en el área. Nos leemos pronto.