Morena y su fábrica de escándalos

MORENA Y SU FÁBRICA DE ESCÁNDALOS

Alfonso Grajales

Todos los días, basta con echarle un ojo a cualquier noticiero para entender que Morena, ese partido que gobierna hasta el aire que respiramos, ya no se da abasto con tanto escándalo. 

Tienen el país en la bolsa, las cámaras de diputados y senadores bajo la chancla y, a menos que ocurra algo muy cabrón, pronto también van a mangonear al Poder Judicial.

Y mientras tanto, ¿qué vemos? Asesinatos, desaparecidos, saqueos descarados, políticos derrochando como si no hubiera mañana. Todo eso que nos enchilaba del viejo PRI y del PAN, ahora es parte del manual de la 4T.

¿Estamos viviendo una epidemia de negación o qué chingados nos pasa? Porque a diario salen las cochinadas en redes, en noticieros, en la calle, y aun así seguimos en modo automático, como si nada. Ya parece que México se nos cae a pedazos y nosotros nomás decimos: “Bueno, pero el depósito sí llegó, ¿no?”

Ve nomás el desmadrito de esta semana. A la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar, le cancelaron la visa en Estados Unidos. Así nomás. Sin escándalo, sin explicación, sin derecho a réplica. ¿Y el gobierno? Mudo como estatua. Ya ni se esfuerzan en inventarse una buena mentira.

Y si creías que eso era lo peor, te equivocas. En Veracruz, una candidata de Morena fue asesinada durante un evento de campaña. De su propio partido. Y el silencio del oficialismo fue tan ensordecedor como la bala que la mató. Pero eso sí, en la mañanera siguen repitiendo que vamos bien, que todo es culpa de Calderón.

¿Y qué tal la joyita de Tabasco? José Ramiro López Obrador, hermano del expresidente y secretario de Gobierno en el estado, se llevó una abucheada de antología en pleno evento. 

El pueblo que alguna vez lo aplaudía, ahora lo puso en su lugar con rechiflas que tronaron como bofetadas. Lo increíble no fue el abucheo —eso lo tiene bien ganado—, sino su reacción: en lugar de escuchar, se puso al tú por tú con la gente. 

Además, regañó a los reporteros como si fueran sus empleados. Porque claro, para ellos, ser del gobierno es ser dueño del micrófono, del presupuesto y hasta del pueblo.

¿Hasta cuándo vamos a seguir haciéndonos pijijis? ¿Cuántos escándalos más necesitamos para darnos cuenta de que nos están viendo la cara? ¿A poco ya nos amansaron con las dádivas mensuales? ¿Con eso basta para que te calles y aceptes que los de arriba hagan y deshagan como se les antoje?

Nos están gobernando con saliva y dinero ajeno. Y lo más grave es que muchos, en vez de armar un pancho, siguen aplaudiendo las maromas de Morena.

Vivimos en un país donde te matan en campaña y nadie renuncia. Donde te cancelan la visa por vínculos oscuros y no pasa nada. Donde abuchean a un López Obrador y el problema no es la rechifla, sino los que se atreven a grabarla. Donde la transformación huele feo, sabe peor y aun así se vende como pan caliente.

Pero bueno, mientras siga cayendo el depósito, ¿verdad? Mientras haya una despensita, una tarjeta, un apoyo, la dignidad puede seguir en oferta.

El día que despertemos, lo más seguro es que ya no quede ni país.

Nos leemos pronto.

ESPINACAS

Por Popeye

Nos dan una tarjetita,

y ya votamos con sonrisita.

Se incendia la nación…

¡pero mira qué bonita mi pensión!

¡Seco el elotazo…!