PONGAMOS TODO EN PERSPECTIVA
Carlos Villalobos
LA PRÁCTICA, QUE DA ESPERANZA Y VIDA
Este 2025 marca cuatro décadas desde aquel 19 de septiembre de 1985, cuando la tierra de la Ciudad de México y otras entidades decidió sacudirse con una fuerza que no solo retumbó en sus cimientos sino también en nuestra conciencia colectiva. Este 29 de abril, el Primer Simulacro Nacional del año nos convoca de nuevo, no para recordar con dolor, sino para ensayar la esperanza frente a un escenario fulminante, ya que se practicará un sismo hipotético de magnitud 8.1 frente a las costas de Oaxaca que pondrá a prueba no solo los protocolos, sino nuestro compromiso como ciudadanos.
A veces, evacuar un edificio, descender en fila por las escaleras y formarse en un punto de reunión se siente como un ritual mecánico, un trámite más en la jornada, que no es tomado en serio, un juego ¡un día libre! sin embargo, la verdad incómoda es que cuando el temblor real sacude, aquello que no hemos practicado, simplemente no sucede y lo que no sucede puede costar vidas.
El simulacro de este 29 no puede, ni debe, ser un espectáculo, porque es un ensayo para salvarnos o garantizar miles de vidas. Autoridades de los 3 órdenes de gobierno que se previenen impulsando la coordinación, revisando mapas de riesgo, sabiendo como y donde instalar refugios temporales y garantizando operativos los centros de acopio, son una alivio, pero una ciudadanía despierta que sabe organizar sus brigadas vecinales, identificando a los vecinos más vulnerables y haciendo redes de apoyo antes de que las réplicas se conviertan en caos, es un salvavidas hecho realidad.
La alerta sísmica que resonará en el país, no es un compás de espera, es la cuenta regresiva para afinar fallas, verificar la seguridad estructural de inmuebles, reportar cortes de agua, gas o luz, registrar nuestra casa en la plataforma oficial y practicar el autocontrol para ayudar con la cabeza fría cuando el suelo decida recordar su poder.
Hace cuarenta años aprendimos que la prevención no solo se ejerce desde despachos y oficinas, florece en cada patio, en cada salón de clases, en los corredores de un edificio de departamentos, en cada uno de los espacios que habitamos y hacemos nuestros día a día. El simulacro nacional aterriza en colonias y escuelas, recorre calles y plazas, porque sabe que la protección civil es la suma de muchas voluntades que trabajan tierra adentro, identificando fallas y propuestas, antes de que llegue la urgencia.
Este ejercicio de memoria y responsabilidad es también un acto de solidaridad con quienes nos acompañan, padres, hijos, adultos mayores y vecinos. Es un recordatorio de que, cuando la tierra tiemble, no bastará con cruzar los brazos, debemos y tendremos la coordinación y la práctica para convertir el miedo en acción.
Así que ese 29 de abril, cuando la alerta llame a la rutina, pensemos en 1985 no como un epitafio, sino como un faro que ilumina el camino de nuestra preparación. Porque quizá no podamos impedir el próximo desastre, pero sí podemos ensayar la respuesta que hará la diferencia entre la tragedia y la esperanza de un país que, tras cuarenta años, ha aprendido que la prevención se construye día a día.