Por Alfonso Grajales Cano
México está por meterse en un experimento que suena democrático, pero huele a desastre: elegir jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte por voto popular. ¿Justicia para el pueblo o un concurso de popularidad donde el que tenga más carisma se lleva la toga?
Imaginen que necesitan una cirugía a corazón abierto y, en vez de buscar al mejor cirujano, tienen que elegir entre candidatos que hicieron campaña en TikTok, Facebook o Instagram. No importa quién ha salvado más vidas, sino quién tiene más “me gusta”. Bueno, ahora apliquen esa lógica a la justicia.
Aquí viene lo divertido (o aterrador): los jueces van a necesitar hacer campaña. Y donde hay campañas, hay dinero. Y donde hay dinero, hay patrocinadores. ¿Y quién creen que va a querer invertir en un juez? Empresarios con intereses, políticos con cuentas pendientes y, por supuesto, la “maña”, que no va a desaprovechar la oportunidad de tener jueces a modo.
Ahora imaginen los debates judiciales en televisión: “Vota por mí y meteré a todos los corruptos a la cárcel”, mientras el contrincante responde “Pero tú soltaste a un narco en 2027”. Y en los mítines, los jueces repartiendo playeras con el eslogan “Yo sí te haré justicia”. Esto ya no es un Poder Judicial, es un circo con toga y mazo.
Y lo peor es que un juez no está para ser popular, sino para hacer cumplir la ley, aunque la gente no esté de acuerdo. Hay decisiones que son impopulares, pero necesarias. Pero si los jueces empiezan a gobernarse por encuestas y redes sociales, la justicia se convertirá en un espectáculo donde la ley se dobla según lo que dé más votos o más dinero.
Aquí el problema no es quién elige a los jueces, sino el mugrero que hay en el sistema judicial. La corrupción, la impunidad y la falta de independencia no se solucionan con una elección popular. Se solucionan con jueces capacitados, autónomos y con un sistema que no permita que la justicia se venda al mejor postor.
México necesita mejorar su justicia, pero esta propuesta es como intentar apagar un incendio con gasolina. Sí, suena democrático, pero lo que puede salir de aquí es un desastre de proporciones muy cañonas.
La pregunta no es si la gente debe elegir a los jueces, sino si queremos jueces que impartan justicia o que hagan campaña en redes sociales para ganar votos. Porque si es lo segundo, vayan preparando las bardas: en unos años vamos a ver pintas que digan “Vota por el Licenciado Chucho, el juez del pueblo”. Nos leemos pronto.