ANÁLISIS A FONDO
Francisco Gómez Maza
ENFRIAR EL CALOR DEL TRÓPICO
Me llamó poderosamente la atención una experiencia climática que, sin saber mucho, hace ya años sugería a las presidencias municipales que gobernaban municipios muy calurosos, Y llegaba a la conclusión de que los lugares muy calurosos no es que sean calurosos por naturaleza, sino que lo son porque las autoridades han descuidado terriblemente el cuidado de la naturaleza. El clima depende primordialmente del entramado ecológico fe los pueblos. A mayor tala de árboles manos clima caliente, caluroso, en las zonas naturalmente cálidas, tropicales. Pero si se siembran muchos árboles en las calles de una ciudad caliente el clima cambia y se convierte en un lugar fresco. Esto lo saben las autoridades de los lugares, de los municipios y de los estados que se levantan en las zonas calurosas, en las zonas tropicales. Ésta es una verdad evidente que no necesita demostración. Es un axioma-
Hace muchos años, cuando intentaba convencer a las autoridades municipales de Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado de Chiapas, y el lugar donde crecí hasta mis años mozos, los invitaba a caminar por las principales avenidas de la ciudad. Caminaba unos 10 kilómetros y, sudoroso, muy sudoroso, me detenía debajo de la sombra de un árbol fuera frondoso o pequeño. La sombra que me cubría me calmaba el calor y me introducía en un clima fresco, muy fresco que muy pronto dejaba de anonadarme y comenzaba a secar el sudor del cuerpo.
El sudor es un mecanismo fisiológico que tiene el organismo para liberar calor y mantener la temperatura corporal, por lo que éste, para adaptarse al aumento de la temperatura ambiental, intensifica la sudoración. Sin embargo, bajo la sombra fresca del árbol, pronto mi cuerpo comenzaba a sentir la necesidad de un poco de calor para atemperar la frescura con el calor.
Mi teoría se comprobaba cien por ciento y volvía a insistir a las autoridades que, si querían refrescar el clima caluroso de la ciudad, debería de sembrar muchos árboles de todo tipo, principalmente árboles de frondosa copa, como los frutales que se dan en esas zonas tropicales, fueran mangos, chicos, tamarindos, zapotes, y otros árboles de ornato, que sembrados hoy, exageradamente, mañana comenzaban a crecer y, en menos que canta un gallo, comenzaban a dar sus frutales y su fruto más deseado, la frescura del clima. Imagine si hay una ciudad calurosa en la que, por la mano del hombre, pudiera cambiarse para sentir la frescura de un árbol frondoso. Y se acaba el problema.
Así lo hicieron en la ciudad de Medellín, en Colombia, en donde lograron, hace por lo menos tres décadas, refrescar el clima de las calles.