EL NOBEL DE ECONOMÍA Y SUS IMPLICACIONES
Fernando Hinterholzer Diestel
La Real Academia de las Ciencias de Suecia dio a conocer, el pasado14 de octubre, a los ganadores del Premio Nobel de Ciencias Económicas de 2024, y se trató de Daron Acemoglu y Simon Johnson, ambos catedráticos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y de James A. Robinson, profesor de la Universidad de Chicago, por su trabajo trascendental en el que analizan el vínculo entre “las instituciones y la prosperidad de las naciones”. Su principal contribución, de acuerdo con la Academia Sueca, ha sido demostrar, mediante diversos estudios empíricos, cómo los países ricos cuentan con “instituciones inclusivas” que crean “beneficios a largo plazo para todos”, mientras que en las naciones pobres han proliferado “las instituciones extractivas que han beneficiado esencialmente a las elites económicas”. Las instituciones que históricamente México ha construido han fomentado la desigualdad extrema, la corrupción y el patrimonialismo. Por supuesto, su análisis es mucho más amplio y puede ser discutible, pero tiene como principal mérito volver a enfocar a las instituciones como un factor medular para el desarrollo económico. Este planteamiento fundacional ha cambiado el entendimiento de los factores que empujan o detienen el desarrollo económico, poniendo énfasis que la prosperidad depende no solamente de insumos o geografía, sino de la calidad de sus instituciones políticas y sociales.
Los estudios de Acemoglu, Johnson y Robinson se apartan de la economía clásica basada en estructuras de crecimiento indefinidos que no toman en cuenta entornos históricos. De cierta forma, retornan a lo “social”, su teoría nos ayuda a explicar, el por qué algunos países prosperan y otros no, pero no abona a comprender pruebas exitosas de crecimiento y de desarrollo en economías que indudablemente rebaten sus planteamientos de fortaleza institucional. Los ganadores del nobel de economía explican que la calidad de vida de las personas está determinada, sobre todo, por el lugar y la fecha de su nacimiento, nada tiene que ver en ello sus fortalezas o su trabajo. Una rifa, es la que determina las grandes diferencias. Las instituciones, para que funcionen, deben de adecuarse a los tiempos, pero sin olvidar su objetivo esencial, no tienen que ser tan rígidas para no transformarse ni considerar los cambios que la sociedad pide, pero tampoco tan elásticos como para responder solamente a los ciclos políticos o peor aún, a los mismos políticos. Cuando las instituciones no cumplen su propósito original hay que cambiar lo que proceda. La gran pregunta es por qué fracasan los países en su desarrollo. Y la respuesta que dan, es qué son importantes las instituciones, porque nos dotan de reglas como sociedad, las reglas que regulan las relaciones sociales, garantizan el Estado de derecho en el plano jurídico, el derecho a la propiedad y la libre empresa en el terreno económico, el derecho a la salud, la educación o que aseguran el ejercicio del voto y la libertad de expresión. Todo esto, desde luego, si hablamos de instituciones inclusivas.
Los términos y metodología utilizados por los autores en el libro homónimo son relevantes para México. El corredor” representa el delicado equilibrio entre un Estado fuerte y una sociedad civil vigorosa. Demasiado poder estatal conduce al autoritarismo, mientras que un Estado demasiado débil lleva al caos (como ha sido el gobierno de la 4T). México, en su lucha contra el crimen organizado y la corrupción, ha transitado por este corredor estrecho, fortaleciendo las instituciones estatales y debilitando las libertades civiles y económicas, y renunciando a sus responsabilidades como garante de la paz y la seguridad pública. Las instituciones en el siglo XX, a partir de la Revolución Mexicana y de la Constitución de 1917 surgida de esta, que llegaron a construir los mexicanos, no eran perfectas. Pero es un hecho que fueron evolucionando, al punto de que este siglo arrancó con nuevas o renovadas instituciones en el ámbito político, económico y social: organismos independientes para regular la competencia económica, defender los derechos humanos, garantizar procesos electorales confiables, promover la rendición de cuentas y la transparencia. En fin, un conjunto de instituciones que vinieron a apuntalar el marco constitucional republicano y a perfilar un México moderno. Lamentablemente todo lo anterior no acabo con la enorme desigualdad, ni la corrupción, ni la inseguridad, pero ciertamente –los datos más serios lo avalan– que esos años “neoliberales” fueron mejores que los últimos seis años del obradorato. Sin embargo, la percepción que produjeron los programas sociales y la elevación del salario mínimo por decreto es, por supuesto, muy distinta: el ciudadano promedio sigue creyendo que el gobierno de Morena ha hecho “lo que ningún otro”. Por lo demás, la valoración de las instituciones democráticas es muy baja, y ese desinterés por ellas ha sido alimentado cotidianamente desde la Presidencia.
En conclusión, a los ganadores del Premio Nobel de Economía 2024 no sólo se les reconocen contribuciones académicas sobresalientes, sino que también dan señales al camino hacia el desarrollo para economías emergentes como México. El mensaje es claro, “que las instituciones importan, y mucho”. El trabajo de Acemoğlu, Johnson y Robinson nos recuerda que no hay destinos predeterminados en economía. Con las instituciones correctas, respaldadas por voluntad política y participación ciudadana, México tiene el potencial de escribir un nuevo capítulo en su historia económica. El Premio Nobel de este año es un reconocimiento a la importancia de las instituciones para crear realidades mucho más incluyentes y prósperas, pero advierten que esto es posible sólo a través de la inversión en instituciones abiertas, transparentes y, sobre todo, democráticas. Sin embargo, la realidad de México es otra, como bien lo dice el periodista de Excélsior, José Elías Romero Apis 18/10/2024, “México es el mejor país para los criminales, el mejor país para irse a medrar y a residir. Las razones son muchas, pero me quedo con tan sólo dos de ellas. La primera es porque es la 14ª potencia económica mundial. La segunda razón es porque México ocupa el lugar 124 en el ranking mundial de impunidad. Según los datos oficiales, tan sólo se castiga el 2% de todos los millones de delitos anuales que se cometen, la mayor parte de ellos ni siquiera denunciados. Hay pocas instituciones y las que quedan serán destruidas con las reformas que lleva a cabo, la administración Sheinbaum.
ES CUANTO
ADDENDUM: “Las más de 70 suspensiones judiciales que están siendo desacatadas por la Presidencia de la República, el Congreso de la Unión, el Consejo de la Judicatura Federal y el Instituto Nacional Electoral retratan la crisis constitucional sin precedente que vive México y que llegará a su clímax con lo que hay (nada ni nadie la ha desaparecido), cuando la Suprema Corte de Justicia resuelva que la reforma al Poder Judicial es inconstitucional”.