La cuatroté ya hace agua

LA CUATROTÉ YA HACE AGUA

Alfonso Grajales

Parece chiste, pero es tragedia. A Morena se le están descomponiendo las cosas como si las hubiera armado un aprendiz de mecánico. México huele mal, la seguridad colgó los tenis, la salud está chupando faros y los proyectos estrella se están yendo a pique.

Y ya que hablamos de piques, viene al caso el Buque Escuela Cuauhtémoc, ese al que le dicen con orgullo “El Caballero de los Mares”, aunque esta vez, más que caballero, se nos fue como loco sin frenos directo contra un puente en Nueva York.

El 17 de mayo, en plena gira internacional, el buque se estrelló con el Puente de Brooklyn mientras zarpaba del muelle 17. ¿Qué pasó? Que se quedó sin potencia y, como en muchas dependencias del gobierno, nadie supo qué hacer. 

Resultado: mástiles tronados, dos cadetes muertos, un titipuchal de heridos y la Marina con la cara más chafa que mi antigua licuadora china.

Los testigos vieron cómo el barco, decorado como si fuera desfile patrio, se fue arrastrando lento pero seguro hacia el desastre. Parecía escena de película chafa: gritos, pánico y marineros colgando como si fuera función de circo.

Ahora, el gobierno salió con su “¡No hay pedo, vamos a investigar!”. Que si fue falla mecánica, que si error humano. Pero todos sabemos que cuando un barco se estrella, es porque alguien no hizo su chamba. Y ese “alguien” no fue un cadete, fue la bola de mandos que solo sabe pararse el cuello cuando hay cámaras, pero se hacen pijiji cuando hay que asumir responsabilidades.

El Cuauhtémoc no es cualquier lancha. Es el símbolo de la formación naval. Y ahora está varado, con los mástiles doblados, la reputación por los suelos y el orgullo nacional embarrado en acero neoyorquino. ¿Metáfora de México? ¡A huevo!

Esto, aparte de un accidente lamentable y bochornoso, es una postal del país: instituciones navegando sin rumbo, líderes que no saben de dónde sopla el viento, y una tripulación que se la juega con lo que tiene, aunque el timonel esté más preocupado por su selfie que por el iceberg enfrente.

Claudia Sheinbaum salió a decir que se sentía muy triste, que qué lamentable, que qué pena con las familias. Pero con pena no se repara un buque. Y tampoco un país. Si no se le mete mano al mantenimiento, si no se prepara a la gente, si todo se deja al “a ver si no se cae”, pues pasa lo que pasó: se cae.

El barco ya hace agua, y no me refiero solo al Cuauhtémoc. Me refiero a la 4T, que anda igual: sin motor, sin dirección y con el puente del futuro cada vez más lejos. Eso sí, los discursos siguen diciendo que vamos requetebien, que el pueblo está feliz y que el viento sopla a favor.

Mientras tanto, los de abajo siguen en friega. Los que sí trabajan, los que sí estudian, los que sí meten el cuerpo. Y los de arriba, como siempre, aventando culpas.

Ya basta de echarle la culpa al mar. Aquí lo que se hunde no es por culpa de la marea, sino por los ineptos que llevan el timón. 

Si queremos que México deje de chocar con cada puente, literal o simbólicamente, más vale que alguien se ponga las pilas y empiece a arreglar el barco.

Nos leemos pronto.

ESPINACAS

Por Popeye

El buque chocó, qué mala racha.

La 4T nomás ve y se agacha.

Dicen que fue un fallo cualquiera…

como siempre: culpa pasajera.

¡Seco el elotazo…!