FAMILIA SILIAS: NUESTRA RELACIÓN CON FELIPE AGUIRRE
Carlos Hiram Culebro Sosa
Recordar momentos vividos con Monseñor Felipe es volver a experimentar sentimientos de alegría, paz, confianza, amor, certidumbre, tranquilidad, ánimo, fe, esfuerzo, serenidad, familiaridad.
Recordamos que en el año 1984 fuimos a saludarlo a Catedral, estábamos recién llegados de la Ciudad de México para residir en Tuxtla. Lo abordamos en la salida y le comentamos que un amigo con residencia en la Ciudad de México nos había compartido acerca de una experiencia muy motivadora y profunda que había provocado en él y su esposa el tener un mayor acercamiento como esposos, la experiencia se llama “Encuentro Matrimonial”, le comentamos que queríamos vivirla.
Nos preguntó cuántos años llevábamos de casados y le dijimos que 3, a lo que nos respondió, “Todavía no lo necesitan muchachitos, aún es muy temprano para que la vivan, esperen a cumplir 5 años y ya podrán experimentarla”.
Esa ocasión me sorprendió su capacidad de memoria, pues recordó a María Luisa cuando era jovencita; él, siendo Obispo auxiliar había visitado Cintalapa en la fiesta de la Virgen de La Candelaria y María Luisa había sido elegida para ser “La florecita de La Candelaria”. Comentó algunos detalles de esa visita y recordó también a los papás de ella, a 12 años de haber acontecido ese momento.
También recuerdo con emoción y agradecimiento cuando nos visitó en nuestra casa, lo habíamos invitado a comer a pocos días de que entraran a robarnos; los ladrones se llevaron varias cosas de valor, entre ellas una cámara fotográfica de buena calidad, y él supo de este suceso.
Su visita nos dio tranquilidad y aliento, pero además nos dio mayor alegría; pues Monseñor nos llevó a regalar una cámara fotográfica suya muy parecida a la nuestra que se habían robado.
Recordar momentos habidos con Monseñor es volver a tener presente música y canto. Los fines de semana del Encuentro Matrimonial, se “achispaban” más con la vivacidad que le imprimía cuando nos organizaba para cantar; por ejemplo, la canción de “mundo nuevo”; dividía en 3 columnas de personas el salón de charlas: la primera columna diría al iniciar la canción: “mundo nuevo” en tono grave, la segunda columna en tono medio y la tercera columna en tono alto; y todos al unísono sostener la nota de manera prolongada hasta la señal para terminar que él nos hacía con el puño. Era una verdadera algarabía la que se hacía, porque después de varios ensayos por fin salía la canción a coro, con el beneplácito y aplausos de todos los que participábamos.
Su entusiasmo por la música lo llevó a fundar el coro “Paz en la Tierra”, tuvimos la suerte de apreciar de cerca ese fervor porque nos llamó a los dos a participar en el coro; lo que nos dio la oportunidad de convivir más de cerca y conocer sus virtudes de gran ser humano, un entregado sacerdote y un hombre apasionado por la música.
En el tiempo de espera de la concepción de nuestros hijos, casi 9 años, él fue quien nos acompañó con sus bendiciones y consejos reconfortantes, fue el bálsamo que nos ayudó en la espera del hijo que no llegaba, aceptando la voluntad de Dios.
A la llegada del primer hijo, nos volvió a demostrar su amistad y amor hacia nosotros al ofrecerse a bautizar al niño en la Villa de Guadalupe, y aunque no lo hicimos allá, fue él quien lo bautizó en Catedral y posteriormente a nuestros otros tres hijos.
No nos vimos durante el tiempo que estuvo como Arzobispo de la Diócesis de Acapulco, pero el vínculo se mantenía por medio de un semanario católico que nos enviaba periódicamente. A su regreso, nos volvimos a encontrar en la Congregación de Jesús Buen Pastor y desde entonces, para nuestro bien, seguimos en continua relación contagiándonos con su asombrosa energía de juventud a sus casi 91 años.
Agradecemos a Monseñor Felipe (nuestro Padre Arz como le dicen en la Congregación) su amistad, consideración y amor que nos ha demostrado desde cuando nos conocimos. ¡Agradecemos a Dios que nos haya hecho coincidir en esta vida!
Deseamos con todo nuestro corazón, que nuestro Dios bueno y misericordioso, le siga dando su amor y su gracia; aprovechamos la oportunidad de este testimonio para reafirmar nuestro compromiso de continuar orando a diario por él durante toda nuestra vida.
Rogelio Silias M. y Ma. Luisa Martinez G.
Este texto forma parte del libro «Monseñor Felipe Aguirre Franco. Buen Pastor de brazos abiertos», próximo a publicarse, escrito por el Dr. Hilario Laguna C.