Más gasto y más deuda

MÁS GASTO Y MÁS DEUDA

Gustavo de Hoyos Walther

Lo que tenemos no es la consabida austeridad republicana, sino otra vez el síndrome echeverrista y lopezportillista: gastos planeados que no se pueden financiar con ingresos.

Varios analistas han señalado que la diferencia entre los gobiernos de José López Portillo y Luis Echeverría, por un lado, y el de López Obrador, por el otro, es que este último ha sido prudente en el gasto y no ha recurrido al endeudamiento.

El Presupuesto programado para 2024 pareciera desmentir esas aseveraciones. En efecto, el Congreso propone aumentar el gasto en un 4.3 por ciento. El problema es que los ingresos que se proyectan no alcanzan a financiar el gasto programable. Así, el Estado espera captar un 1.8 por ciento del ingreso menor al aprobado en 2023.

La caída en los ingresos petroleros está afectando las finanzas públicas y es una de las razones de la caída del gasto público para el próximo año. Otra razón que explica la caída de los ingresos es el pronóstico más o menos pesimista para el próximo año. Si bien es cierto que la Secretaría de Hacienda calcula que el país crecerá un 3 por ciento, la verdad es que, de acuerdo con muchos analistas, ese crecimiento apenas y será de 1.6 por ciento. Si la economía no crece, el Estado no podrá financiar sus erogaciones planeadas para un año que el gobierno considera como electoral.

No ayuda tampoco el tipo de cambio que Hacienda calcula se encontrará en 17.1 por ciento con respecto al dólar. La sobrevaloración del peso puede tener algunos beneficios, pero ciertamente afecta negativamente el ingreso por exportaciones, tanto petroleras como no petroleras.

De acuerdo con México Evalúa se tiene planeado que los ingresos del sector público apenas crecerán un 6.5 por ciento a fines del 2024. Si esto fuera así, se trataría del peor crecimiento en los últimos cuatro sexenios. Esto hace imposible que los requerimientos de la población en los sectores que debieran ser los más importantes como infraestructura, salud, educación y seguridad sean bien atendidos.

Dado que los ingresos no podrán financiar a los egresos, el Estado planea cubrir esa diferencia con endeudamiento público. Lo que contradice lo dicho, una y otra vez, por el presidente de que no se endeudaría. Así, la deuda planeada para el próximo año ascenderá a 5.4 por ciento del Producto Interno Bruto o, lo que es lo mismo, un 37.8 por ciento de crecimiento real respecto al año pasado.

Lo que tenemos entonces no es la consabida austeridad republicana, sino otra vez el síndrome echeverrista y lopezportillista: gastos planeados que no se pueden financiar con ingresos. En otras palabras, un problema de déficit presupuestario que se planea solventar con deuda. Y ya sabemos a dónde nos llevó eso.

Está por verse si el último año del gobierno obradorista se parecerá al de sus cuatro predecesores, en el que no hubo graves crisis financieras y económicas o si, como podría ser el caso, su último año se parece más al de los gobiernos de los 70 y 80 del siglo pasado, que terminaron con una grave situación económica que afectó el bienestar de los mexicanos. El regreso de los modelos echeverrista y lopezportillista no augura nada bueno.