Marginación estratégica

Gustavo de Hoyos Walther

Un estadista puede definirse como alguien que tiene una visión global de las cosas. Si esto es cierto, el Presidente mexicano no sólo no es un estadista, sino que es lo contrario de ello. Quizás ningún Jefe de Estado sobre la faz de la tierra sea más ensimismado que el Presidente mexicano. El problema es que su temor personal a tratar con otros líderes mundiales está obstaculizando el desarrollo de México. 

Cualquier observador casual sabe que las reuniones multilaterales que convocan a Jefes de Estado son ocasiones especiales para mitigar desacuerdos, aprovechar oportunidades y entrar en un diálogo privilegiado con quienes toman decisiones en el mundo. La ausencia del Presidente mexicano en muchas de ellas ya ha tenido un efecto pernicioso para nuestro país. El año pasado López Obrador no asistió a la Cumbre de las Américas a la que fue invitado por el Presidente, Joseph Biden. Este año no acudió a la reunión del G-20 en Nueva Delhi ni a la reunión de la Asamblea General de la ONU. 

Ahora acaba de anunciar que no asistirá a la Cumbre de la APEC, que reúne a las 21 economías miembros de la región Asia-Pacífico y cuya sede será la ciudad de San Francisco. La razón que aduce para no asistir es que estará presente la Presidenta de Perú. El Presidente tendría credibilidad si esto fuera una excepción, pero resulta que siempre inventa diversos pretextos. En el caso de la Cumbre de las Américas, el año pasado, dijo que no iba porque no habían invitado a regímenes autoritarios como Venezuela, Nicaragua o Cuba.

Recordemos, además, que la Presidenta de Perú fue elegida en un procedimiento democrático y constitucional, tras el intento por parte de su antecesor de realizar un golpe de Estado. La conducta de López Obrador no engaña a nadie: él es amigo de los autoritarismos del mundo, quizás porque él se sabe autoritario.

Las simpatías de López Obrador por los enemigos de la democracia, así como sus evidentes problemas de personalidad están marginando a nuestro país del concierto de las naciones. Ahora no estaremos presentes, a nivel de Jefe de Estado, en una reunión que convoca a una región del mundo que representa alrededor del 40 por ciento de la población del planeta, cerca del 50 por ciento del comercio mundial y más del 60 por ciento de las exportaciones estadounidenses. 

En un momento en que la relocalización geográfica de las industrias (el llamado nearshoring) puede beneficiar a México de manera gigantesca a expensas de Asia, nuestro Presidente brillará por su ausencia en un foro donde estarán presentes también las principales empresas de la región. 

La elección por el obradorismo fue una en la que ganó el México temeroso del mundo. Pero ya va llegando la hora de que el otro México echado para adelante y sin ningún tipo de complejos regrese a la mesa donde se sientan quienes deciden el porvenir. En esa mesa, nuestro país debe tener una voz firme, influyente y solidaria.