Nos quieren exprimir hasta la última gota

NOS QUIEREN EXPRIMIR HASTA LA ÚLTIMA GOTA

Alfonso Grajales Cano

Ya lo sabemos: cuando Donald Trump quiere algo, no pide, amenaza. No negocia, aprieta. No habla, grita. Y ahora le dio por reclamarle a México 1.3 millones de acres-pie de agua, lo que según él es una deuda que viola el Tratado de Aguas de 1944. ¿Y qué hace mientras tanto nuestro país? Pues se la pasa parchando la tubería con discursos y mandando propuestas “integrales” que parecen más un curita para un balazo.

Trump, fiel a su estilo de bravucón electoral, anda diciendo que México le “roba” el agua a los pobres agricultores texanos. Que estamos incumpliendo el tratado. Que va a imponer aranceles, sanciones y quién sabe qué más berrinche diplomático, si no se le entrega lo que pide. Básicamente, amenaza con darnos un periodicazo en la boca… con el tratado en la mano.

Y sí, el Tratado de 1944 dice que México debe entregarle agua a Estados Unidos del río Bravo, así como ellos nos dan del río Colorado. Es un pacto bilateral, con reglas, con cuentas claras. El problema es que ni la sequía, ni el calentamiento global, ni el sobreconsumo de ambos lados entiende de tratados. Y mucho menos de Trump.

La presidenta Claudia Sheinbaum, con tono más mesurado, avisó que ya se envió una propuesta “integral” al Departamento de Estado gringo. Que hay voluntad, que se trabaja, que se busca solución. Que, como en otros casos, “se va a llegar a un acuerdo”. Suena bonito… pero el agua no se llena con buenas intenciones ni se bombea con tuits.

Según la presidenta, llevamos tres años de sequía brutal. Y en la medida de lo posible, México sí ha cumplido. ¿Entonces cuál es el problema? Que para Trump la sequía es pretexto y el cumplimiento parcial, desobediencia. Lo que quiere no es agua, quiere doblar a México. Usar el tema hídrico como moneda de cambio, como antes usó la frontera, el narcotráfico o el muro.

Y por si fuera poco, el Departamento de Estado ya rechazó la solicitud mexicana de abrir un canal especial para enviar agua a Tijuana desde el río Colorado. Porque sí, aunque parezca increíble, México también necesita agua… pero no, el gringo dijo que no, porque primero “cumplan con lo que deben”. O sea, primero la deuda, luego la dignidad.

Lo que está en juego no es solo agua, sino la soberanía. Porque cada vez que México le queda debiendo algo a Estados Unidos, aparece Trump con su cara de “yo tengo el sartén por el mango”, y nos recuerda que con él no se juega.

Pero cuidado. No todo es culpa del gringo. México también tiene lo suyo. ¿Por qué carajos no previmos esta sequía? ¿Por qué no gestionamos mejor nuestras presas? ¿Por qué siempre reaccionamos cuando ya nos llegó el agua… pero al cuello? No es nuevo que haya escasez, ni es nuevo que tengamos compromisos. El problema es que no sabemos planear. Nos hacemos patos, luego pijijis, y al final… víctimas.

Si la situación sigue así, no sólo nos van a cobrar el agua con aranceles, también nos van a sacar factura por cada gota de dignidad que perdamos en la mesa de negociaciones. Porque una cosa es deber agua, y otra es dejar que te traten como si fueras una manguera con fuga.

¿Queremos soluciones? Entonces empecemos a tomarnos el agua en serio. Porque si no, la sed de Texas será el nuevo pretexto para ponernos la bota en el cuello. 

Y por si algo nos faltaba, este lunes Trump le impuso a México aranceles al jitomate.

Así como lo lees: ahora hasta el jitomate va a pagar las consecuencias de nuestros rezagos hídricos, nuestras malas gestiones y nuestro eterno papel de patio trasero diplomático.

Lo que se ve no se juzga: el güero va por todo… y nosotros seguimos llenando la cubeta con gotero. Nos leemos pronto.

ESPINACAS

Por Popeye

Nos llenamos la boca con soberanía,

y firmamos el agua con fantasía.

Trump nos la cobra sin compasión…

y nosotros rogando por un garrafón.

¡Seco el elotazo…!