Los ‘tumbados’, ¿música o manual del narco?

Por Alfonso Grajales

Los corridos tumbados llegaron con todo. Antes eran cosa de nicho, puro gusto culposo para los fans de la música regional mexicana. Ahora dominan playlists, redes y hasta las calles de Chiapas. No es raro ver a los “morros” –como les llaman en el norte– tarareando letras que hablan de lujos, armas y excesos, como si fueran tutoriales para convertirse en narco. Y ahí está el problema. No que sean populares, sino lo que están vendiendo como aspiración de vida.

Los corridos siempre han contado historias de gente fuera de la ley. Eso no es novedad. Pero los “tumbados” le dieron una vuelta peligrosa al guion: ya no es contar lo que pasa, es convertir al narcotráfico en el sueño dorado. Aquí no hay héroes trágicos ni moralejas, hay puro bling-bling, fajos de billetes y cuernos de chivo. Y el camino para llegar ahí, según las letras, es el billullo fácil, venga de donde venga.

En Chiapas, donde el crimen organizado ya no es historia de película sino parte del paisaje, esta música no solo entretiene, influye. Los chavos ven a estos artistas como ejemplos a seguir. Si la música dice que el dinero y el poder lo son todo, y que el narco es el boleto VIP, ¿qué crees que van a querer? El malo de la historia ya no es el villano… es el modelo a seguir.

Los papás y maestros ya traen los pelos de punta. No solo porque sus hijos se saben de memoria letras que glorifican la violencia, sino porque la cultura del narco ya se volvió moda. Los “mushashos” se visten, hablan y actúan como si fueran parte del corrido. Lo que antes era solo un género musical, ahora es una subcultura.

Y aquí es donde se pone buena la discusión: ¿es solo música o realmente está moldeando la cabeza de los jóvenes? Porque una cosa es cantar una rola y otra muy distinta es ver la vida como si fueras protagonista de un videoclip de corrido tumbado. Muchos dicen que el arte no tiene la culpa, que cada quien lo interpreta como quiere. Pero la música es poderosa. Lo que escuchamos se nos mete en la cabeza y nos moldea la visión del mundo, nos guste o no.

Ahora imagina a un chavo en Chiapas, con pocas oportunidades y rodeado de problemas. Si en su realidad todo está complicado, pero en su playlist el narco es la solución, ¿qué opciones crees que va a considerar?

Aquí no se trata de censurar nada, pero sí de abrir los ojos. Los artistas tienen responsabilidad con su público, y los padres y maestros tienen que ponerse a tiro y dar la pelea en otro terreno: hablar con los jóvenes, cuestionar las letras, enseñarles que lo que suena en los audífonos sí puede estarles comiendo el coco.

Los corridos tumbados no van a desaparecer, eso está clarísimo. Pero lo que sí podemos hacer es cambiar la conversación. Porque si dejamos que la música de moda defina el futuro de nuestros jóvenes, el próximo hit no va a ser una canción… va a ser la realidad. Nos leemos pronto.