Por Fernando Hinterholzer Diestel
Todo lo encontrado en el centro de exterminio hallado en Teuchitlán, Jalisco, es la prueba evidente e innegable de la impunidad con la que se mueve el crimen organizado en México. No es un hecho aislado, sino que estamos ante la evidencia más lamentable de que el Estado de derecho en nuestro país, no existe. De que nuestro país está infestado de corrupción y de que, por 6 años, existió una política de seguridad que nos dejó a merced de los criminales. El centro de exterminio fue hallado por la ONG “Guerreros Buscadores de Jalisco” el pasado 5 de marzo de 2025, se localizó por madres, hermanos, hijos y demás familiares de las personas desaparecidas, quienes se enfrentaron a imágenes horripilantes de “crematorios subterráneos, montañas de zapatos, restos calcinados e identificaciones” regadas de aquellas personas cuya vida fue ultrajada por la delincuencia organizada. Hoy en día, cuando el reclamo generalizado al interior del país y las críticas del exterior apremian a poner un alto a los carteles transnacionales, lo sucedido en el rancho Izaguirre acorrala al gobierno que, por lo pronto lo niega de manera cínica. El problema de la inseguridad ya ha hecho crisis con los más de 200 mil muertos del gobierno anterior pero el cambio de estrategia dado por el gobierno de Sheinbaum para someter al crimen parece, netamente insuficiente. El gobierno de los EEUU ha señalado al gobierno mexicano de llevar “una relación intolerable con el crimen organizado”, y de no resolver esta situación, EU amenaza con imponer severas sanciones comerciales y por supuesto no se descarta utilizar la fuerza militar. Y qué hace el gobierno de mexicano, encubrir a los criminales, desaparecer sus huellas y burlarse de las víctimas. El resultado de sus acciones: cientos de notas críticas en los periódicos nacionales y primera plana en The New York Times.
Sheinbaum está siguiendo la técnica de su “padrino político”: victimizarse, culpar a los medios de comunicación, denigrar a las víctimas y hablar de su popularidad. Lamentablemente para ella, todo parece que lo que uso López Obrador no le servirá a ella. La población ya está “hasta la madre” de las masacres, de las extorsiones, de los secuestros, de la inseguridad en las carreteras, de los campos de exterminio, del narcotráfico controlando comicios e imponiendo a los jefes policiacos. La gente está cansada de que le entreguen datos falsos que no corresponden con la realidad. La impunidad sigue siendo la marca del gobierno. La sociedad quiere saber los nombres de los dueños de doscientos pares de zapatos encontrados en el rancho de exterminio. Que se castigue a los responsables de ese crimen de lesa humanidad. Que la presidenta se reúna con las madres buscadoras. Queremos que haga suya su causa. Queremos ver a la presidenta con una pala buscando restos como ellas. Porque un gobierno popular debe estar siempre del lado del pueblo y no de los criminales. La gente ya está harta de tanta matanza, de las extorsiones, de los secuestros, de la inseguridad en las carreteras, de los campos de exterminio y de entrenamiento, del narco controlando elecciones e imponiendo a los jefes policiacos. La estulticia en el manejo del caso Teuchitlán hace pensar que hay miedo que está impidiendo la resolución del caso. Miedo a que el enojo popular, se desborde y el caso se vuelva en un nuevo Ayotzinapa.
Enojo porque el gobierno anterior de la 4T tuvo que haber enfrentado el problema y no permitido que las desapariciones llegaran a cifras históricas. Miedo porque tan solo insinuar una crítica al expresidente tabasqueño o al movimiento se considera traición. Furia porque además de enfrentar el presente hay que resolver los errores y omisiones del pasado como si fueran propias. Teuchitlán ha vuelto a recordarnos no solo la crisis de los desaparecidos, sino también el del reclutamiento forzado, los campos de entrenamiento delictivo y el de los campos de exterminio. Exactamente lo mismo que las madres buscadoras encuentran al escarbar: el horror. Sin embargo, el miedo de la clase política no es a eso, sino a que aumente. Qué significa en términos políticos evitar que Teuchitlán se convierta en el Ayotzinapa de la 4T. Más de 130 mil personas desaparecidas en México son el fiel reflejo de “una crisis humanitaria” que el gobierno intenta esconder. En tanto, la búsqueda la hacen quienes deberían recibir respuestas, no cavando fosas en la desesperada esperanza de hallar los restos de sus hijas, hermanos o padres. “La desesperación no las ha doblegado, y el dolor no ha mermado su fortaleza, pero la carga emocional y física es inconmensurable”. Lamentablemente, lejos de recibir apoyos y respuestas, las madres buscadoras enfrentan siempre señalamientos y críticas del gobierno. La inseguridad es el principal problema que afecta a nuestra población. Es un asunto que tiene décadas de existir, y que se ha ocultado y pretendido combatir con estrategias fallidas. Mientras tanto, los carteles criminales han variado sus mercados, incursionando en casi todos los negocios ilícitos, y han penetrado los ámbitos de la política y del ejercicio gubernamental. Nadie duda de que la inseguridad tiene que atacarse antes de que el deterioro social y político sea mayor y de que el Estado irreversiblemente sea incapaz de atender una de sus principales responsabilidades, la de garantizar la libre convivencia y tránsito de la ciudadanía y el respeto al trabajo digno, a la inversión y a los bienes de la población.
Para no aceptar ninguna responsabilidad de los delitos de lesa humanidad, el gobierno de la presidente Sheinbaum ha generado narrativas alternas ante la terrible realidad. Lo sucedido en el Rancho Izaguirre, noticia que dio la vuelta al mundo, comparado a lo sucedido en Auschwitz, es negado por el gobierno federal, quien busca culpar al gobierno de Jalisco y a las madres buscadoras, señalando que fue un montaje. Nadie lo puede creer, aunque cada vez inventan más explicaciones absurdas. Primero porque confirma la colusión de autoridades con el narco, sin esa colusión los criminales no tendrían tanto poder. Lo segundo que lastima es el fraude a jóvenes que buscan trabajo sin encontrarlo, y con una esperanza dejan a sus familias tras las falsas promesas para conseguir una mejor vida, y son capturados, explotados y asesinados. Y tercero es “el montaje de acusaciones” contra las madres buscadoras que no encuentran paz ni consuelo, ni tienen apoyo, para encontrar a sus seres queridos. Por ello, y porque hay muchísimos más campos semejantes y miles de fosas clandestinas, y “hay cada vez más desaparecidos y menos muertos”, es imposible que el gobierno eluda su responsabilidad. “La posverdad domina el discurso oficial”. El fondo del asunto es que el gobierno tiene busca salidas políticas al desgaste que está padeciendo ante la opinión pública nacional e internacional y ello, pone más presión a la presidente que enfrenta problemas mayores, como lo que activó Donald Trump con la imposición de aranceles a la industria automotriz nacional que podría ocasionar una recesión económica en México, además de los campos de exterminio o entrenamiento, como les llama el gobierno, desde las actitudes más patéticos del gobierno “del narco-presidente anterior” con su profunda incapacidad para empatizar con las víctimas. De todo tipo, de cualquier situación, tragedia, hecho criminal o desgracia, el tabasqueño se caracterizó por ser un líder de doble discurso: “mucho pueblo, mucho humanismo, mucha doctrina cristiana”, pero en la realidad, tuvo un rechazo absoluto a los dolientes, a los lastimados por la sociedad o la naturaleza. Pero quizá, la actitud más clara, evidentemente antipática del expresidente, fue con los miles de personas (madres y padres) que buscan con desesperación a sus hijos en desiertos, terrenos y baldíos, en barrancas y campos de eliminación criminal.
Mientras se muestran las pruebas del terror y la maldad de lo ocurrido en Teuchitlán, todavía hoy carecemos de instrumentos que erradiquen, primero, las desapariciones de personas y, después, los mecanismos eficientes para localizarlos. Dado las autoridades no aceptan una terrorífica realidad que, tarde o temprano, les afectará en los procesos electorales y en el exterior. Desde Palacio Nacional “se trata de imponer a fuerza de mentiras y desinformación”, la versión de que el rancho Izaguirre era solo un campo de reclutamiento y entrenamiento del crimen organizado, y no uno de exterminio, aunque el fiscal general de la República haya admitido el hallazgo de osamentas humanas en su interior. Sheinbaum ha negado que Teuchitlán sea su talón de Aquiles, sin embargo, lo es. El campo de exterminio en Jalisco, como muchos otros, es el indicio horripilante de lo que López Obrador, trato esconder y se lo heredo a su sucesora. ES CUANTO
ADDENDUM: Las historias Teuchitlán, también llevan a varias entidades, en Guerrero el testimonio de un sobreviviente del campo de entrenamiento y exterminio declaro que, en 2023, la exalcaldesa de Chilpancingo, lo reclutó junto con un grupo de más de 70 personas, a través un programa oficial del municipio en coordinación con la Universidad Autónoma de Guerrero y la Academia de Capacitación Agrícola Mexicana “Big Force Academy”