CHIRAS PELAS
Por Alfonso Grajales Cano
Nos estamos pudriendo por dentro. Ya nada nos asombra, ni siquiera que una señora de 74 años saque una pistola, dispare a matar y deje dos cadáveres tirados en la banqueta. Eso pasó en Chalco, Estado de México, el 1 de abril. Y en vez de escándalo, provocó memes, aplausos y hasta defensa pública. ¿En serio? ¿Así de bajo hemos caído?
Carlota “N”, acompañada de sus dos hijos, llegó a una casa que aseguraba era suya. Supuestamente había denunciado la invasión del predio desde antes, pero como el gobierno no hizo nada —como de costumbre—, decidió “hacer justicia”. Sacó el arma. Disparó. Mató a Justin Márquez, de 19 años, y a su papá Esaú, de 51. Hirió a un chavito de 14. Y se regresó a su casa como si nada. Ni una pizca de remordimiento.
¿La reacción en redes sociales? Una ola de aplausos para la “doñita justiciera”. La “abuelita valiente”. La “mujer harta del sistema”. Perdón, pero no: eso no es valor, eso es homicidio. ¿Desde cuándo nos parece aceptable que alguien cobre vidas por mano propia? ¿Qué clase de país somos si preferimos a una pistolera jubilada que al Estado de Derecho? Carlota no es una heroína. Es una tragedia. Y lo peor es que hay quienes la ven como ejemplo.
Ah, pero claro, el caso se pone más turbio cuando sale a la luz que Carlota es madre de Arturo Santana Alfaro, exdiputado del PRD, y que su otro hijo, Eduardo, también fue suplente en la Cámara de Diputados. ¿Y adivina qué? Arturo fue detenido en 2019 por andar disparando al aire hasta las manitas de borracho. O sea que lo de las armas, parece que ya es tradición familiar. ¿Así o más jodido?
Y aquí es donde se pone serio el asunto. Porque uno puede entender la frustración de alguien que pelea por su casa. Lo que no se puede justificar nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia, es que alguien dispare y asesine por su cuenta. La violencia no es justicia. Y matar a sangre fría —porque eso fue lo que hizo Carlota— no te convierte en mártir, te convierte en asesina.
Tenemos que bajarle al fanatismo, al encono, al “si no me hacen caso, lo arreglo yo”. Ya estuvo bueno de vivir polarizados, de pensar que hay ciudadanos “buenos” a los que se les permite todo y “malos” que merecen morir. Esa lógica enferma nos está llevando al despeñadero. Hoy aplaudes a Carlota porque te cae bien. Mañana te toca a ti cruzarte con otro justiciero de su tipo y a ver si también le aplaudes.
La ley debe aplicarse, sin importar si el asesino tiene 20, 40 o 74 años. Sin importar si es madre de un político o si es famosa en TikTok. Justicia no es venganza. Justicia no es violencia. Justicia no es un arma en manos de quien se siente impune. Y lo que hizo Carlota fue eso: un acto de impunidad disfrazado de valor.
Si matar se vuelve admirable, entonces ya nos cargó el payaso como país. Nos leemos pronto.
ESPINACAS
Por Popeye
Carlota jaló el gatillo sin temblar,
y el país la empezó a venerar.
Si matar ya nos parece decente…
pues a ver quién se salva del siguiente.
¡Seco el elotazo…!