Jugando con fuego y el mundo ardiendo

Por Alfonso Grajales

Mientras medio planeta se anda jalando los pelos por el desmadre económico que se viene, Donald Trump está preparando su nuevo show: “El Día de la Liberación”. Así, con todo el drama gringo que le encanta, el expresidente que volvió a la silla como si fuera temporada dos de una serie que ya nadie quería ver, piensa anunciar este 2 de abril una ola de aranceles que huelen a guerra, pero de las comerciales.

¿El plan? Cobrarle con creces a los países que, según él, “han abusado del comercio con Estados Unidos”. Traducción: ponerse al tú por tú con medio mundo, patear la mesa y luego hacerse el ofendido si no le aplauden.

Y mientras él se acaricia el ego, las bolsas de valores del planeta están en caída libre.

Wall Street se fue al piso: el S&P 500 se aventó su peor mes desde 2022, el Nasdaq se desmoronó y el Dow Jones anda como boxeador sonado.

¿Europa? Igual o peor. El DAX alemán y el FTSE británico se están desinflando como piñata de feria.

Todo porque un señor con peinado de huracán cree que puede rediseñar el comercio mundial desde su cuenta de X (antes Twitter).

Pero Trump está feliz. Dice que el 2 de abril será el “Día de la Liberación”, como si estuviéramos esperando que nos rescate del malvado comercio internacional.

¡No mames!

Ese día lo que se va a liberar es el caos económico, la inflación y las represalias comerciales de países que ya están calentando motores pa’ regresarle el golpe.

Y mientras tanto, los mercados tiemblan, las inversiones se frenan y el dólar anda como mariachi sin trompeta: haciendo ruido, pero sin armonía.

La confianza del consumidor en Estados Unidos está por los suelos, la inflación amenaza con volver a levantar la cabeza, y los socios comerciales están viendo si siguen siendo amigos… o si ya mejor lo bloquean de sus redes diplomáticas.

¿Y Trump? Como si nada.

Sigue con la sonrisa de “yo sé lo que hago” mientras convierte a aliados históricos en enemigos incómodos, todo por una estrategia que parece más berrinche electoral que política seria.

Porque eso es lo que es: un teatro armado para su base, para que lo vean como el gringo rudo que pone orden. Pero por dentro, la economía está pidiendo esquina.

Lo peor es que, si esto sigue así, no solo se va a caer la bolsa. Se va a caer la paciencia.

Y entonces sí, agárrense, porque las consecuencias de jugar con la economía global no se arreglan con discursos patrioteros ni con sombrerazos en la ONU.

Ojalá que cuando llegue el “Día de la Liberación”, todavía tengamos algo que liberar que no sea puro humo y ruina. 

CHIAPAS NO NECESITA MÁS FRENO DE MANO

Otra vez Chiapas. Otra vez el mismo cuento de nunca acabar: una obra pública que se quiere hacer y un grupo que dice “ni madres, por aquí no”. Esta vez se trata de la autopista San Cristóbal-Palenque, una vía que lleva más de una década congelada entre el “sí, pero no” y el “no, pero tampoco propongo nada”. Y mientras tanto, el peludaje que sí quiere llegar a tiempo, trabajar, mover mercancías o simplemente turistear sin jugarle al rally, se sigue fregando.

Del lado del “no”, están los compitas del Movimiento en Defensa de la Vida y el Territorio (Modevite), que no son improvisados. Son choles, tzotziles y tzeltales que desde hace años traen la consigna de que esa carretera es un atentado contra la Madre Tierra, el territorio y la autodeterminación indígena. Ahora metieron amparos para parar en seco el proyecto. ¿Sus razones? Que no fueron consultados como marca la ley, que no hay información clara sobre el impacto ambiental, y que esta autopista es más para los turistas que para el pueblo originario.

Del lado del “sí”, están miles de chiapanecos que no viven en asambleas ni en comunicados, sino en el hartazgo diario de los bloqueos, del abandono, del “no hay paso hasta nuevo aviso”. Porque, seamos sinceros, Chiapas lleva años secuestrado por bloqueos, paros y amenazas de toma de carreteras, disfrazadas de “resistencia” aunque muchas veces huelen más a chantaje que a protesta.

Y ahí está el problema: que cualquier intento de avance se topa con el muro del “no se puede porque daña a la comunidad”, pero tampoco hay propuestas alternativas, ni planes de desarrollo viables, ni nada que saque a Chiapas del hoyo. Porque, si bien es cierto que las comunidades tienen derecho a decidir sobre su territorio, también es cierto que Chiapas no puede vivir atado al pasado mientras se le va el presente por la ventana.

¿Hay desconfianza en las autoridades? ¡Claro! ¿Falta información y transparencia? ¡Por supuesto! ¿Han hecho obras en el país que resultaron en despojos y destrucción? También. Pero eso no justifica que cada vez que alguien intenta construir algo, haya que frenar todo con pancartas, machetes y discursos del siglo pasado. No se vale confundir defensa del territorio con parálisis. Ni autonomía con bloqueo permanente.

Y mientras se decide si la tierra vale más que el desarrollo o viceversa, los turistas le sacan la vuelta a Chiapas, las inversiones se evaporan, los empleos no llegan, y el estado se sigue hundiendo en la pobreza… pero eso sí, con mucho respeto a la Madre Tierra y a los derechos colectivos.

¿Y el gobierno? Espero que esta vez no sea como siempre que se la pasa jugando al equilibrista para no enojar a las comunidades y tampoco quedar mal con los empresarios. 

No se me apendejen: Progreso sin respeto no sirve, pero respeto sin progreso… tampoco. Nos leemos pronto.

ESPINACAS

Por Popeye

Aquí todos gritan desde su trinchera,

unos por selva, otros por carretera.

Y en medio el pueblo, como siempre está:

mirando el pleito… y sin llegar.

¡SECO EL ELOTAZO!