A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor
FRIJOLES CHAIRROS
El anuncio del llamado “Frijol del Bienestar” por parte de Claudia Sheinbaum revela mucho más que una estrategia para enfrentar la crisis de producción de granos: confirma la obstinación ideológica del régimen por mantener al país anclado en políticas agrícolas caducas. La sequía ha hecho estragos en el campo mexicano y es urgente garantizar el abasto alimentario, pero recurrir a fórmulas de los años setenta, como los precios de garantía, sólo evidencia la incapacidad de mirar hacia adelante. Por ello es que el campo es sinónimo de pobreza y la migración a las ciudades es que cada vez mayor. Salvo casos excepcionales de productores que se han incorporado al modelo de mercado, el campo mexicano y la figura del ejido en general han sido un proceso fallido.
SUBSIDIAR EL FRACASO, RECETA DE LA 4T
En lugar de fomentar la productividad con incentivos tecnológicos, el gobierno prefiere intervenir el mercado para fijar precios artificiales que distorsionan la oferta, desincentivan la competencia y vuelven a los productores dependientes del subsidio. Esta visión asistencialista y proteccionista ha demostrado, una y otra vez, que no funciona. Sin embargo, la Cuarta Transformación, hija del echeverriato y el loperportillismo, insiste en creer que las soluciones vendrán por decreto, como si bastara una ocurrencia mañanera para transformar la realidad del campo.
PRECIOS DE GARANTÍA: ESPEJISMO QUE SALE CARO
Los precios de garantía, por ejemplo, pueden parecer una respuesta atractiva para enfrentar la volatilidad del mercado y proteger al pequeño productor, pero en realidad no aumentan la producción de forma sostenible. Si no van acompañados de inversión en tecnología, infraestructura, asistencia técnica, cadenas de suministro y comercialización, se vuelven simples paliativos que distorsionan el mercado. Además, desincentivan la innovación y la mejora del rendimiento, generando dependencia de los subsidios sin resolver los problemas estructurales. Subvencionar ineficiencia es una receta conocida… y fracasada.
BIOTECNOLOGÍA: LA PALABRA PROHIBIDA
Uno de los grandes silencios en esta discusión es el papel de la biotecnología. En concreto, el uso de semillas genéticamente modificadas que podrían hacer frente a las sequías, resistir plagas y elevar la productividad del frijol y otros cultivos. Pero desde el sexenio anterior, los transgénicos como el maíz han sido demonizados, no con argumentos científicos, sino con una narrativa romántica e identitaria sobre las especies nativas, sin importar el rezago tecnológico y productivo que eso conlleva.
LUGAR DE ORIGEN, PERO NO DE PROGRESO
México es lugar de origen del frijol, sí, pero eso no debería ser excusa para condenar al atraso a los productores. La protección de la biodiversidad no está reñida con la innovación, siempre que se aplique con responsabilidad. Países como Brasil, Argentina o Estados Unidos han incorporado transgénicos a su agricultura sin que eso implique una catástrofe ecológica; al contrario, han logrado cosechas más abundantes y resistentes.
AUTOSUFICIENCIA DE DIENTES PARA AFUERA
Lo más contradictorio es que mientras se apela al nacionalismo alimentario con etiquetas como “Frijol del Bienestar”, la realidad es que cerca del 25% del frijol que se consume en México proviene del extranjero, y tres cuartas partes de ese volumen son importaciones provenientes de Estados Unidos. En 2024, por ejemplo, se importaron casi 287 mil toneladas. La dependencia ha aumentado con precios más competitivos justo cuando más se presume que se puede lograr la autosuficiencia subsidada por nuestros impuestos.
DOS MODELOS, DOS REALIDADES
Y no es casualidad. La diferencia entre el modo de producción en México y Estados Unidos es abismal. Mientras allá el frijol se cultiva con maquinaria avanzada, semillas mejoradas, riego tecnificado y rendimientos que triplican a los nuestros, en México más del 70% del frijol se produce en pequeñas parcelas, sin acceso a tecnología, financiamiento o cadenas de comercialización eficientes. Allá hay ciencia y competitividad; aquí, clientelismo electoral y discurso ideológico.
LA CIENCIA A CONVENIENCIA DEL PODER
Y lo paradójico no termina ahí: este gobierno se ufana de ser “científico” mientras prohíbe avances como los cultivos genéticamente mejorados. ¿Cómo es que se condena la modificación genética de semillas mientras se celebran vacunas de ARNm utilizadas contra el COVID-19, también fruto de la ingeniería genética? En lugar de cultivar virus en laboratorios, ahora se puede «imprimir» genéticamente una vacuna en semanas. ¿O acaso la ciencia sólo se acepta cuando es útil para el discurso político?
SEMBRANDO IDEOLOGÍA, COSECHANDO FRACASO
El frijol del bienestar, así planteado, no es más que otra estafa populista sin contenido técnico. Un parche ideológico disfrazado de política pública. Y lo peor: en lugar de combatir la crisis alimentaria, puede terminar agravándola. Porque cuando se margina la innovación, se fertiliza el campo… para el fracaso.