El gran reto de la inseguridad

EL GRAN RETO DE LA INEGURIDAD

Fernando Hinterholzer Diestel

México enfrenta varias situaciones apremiantes que se van acumulando un día tras otro. La violencia exponencial en Sinaloa, la cual podría ya tiene repercusiones a nivel internacional, por la fractura del Cártel de Sinaloa. La violencia en la zona fronteriza en Chiapas por la guerra entre los carteles de Sinaloa y el CNJG, tienen secuestrados a los habitantes de la frontera y de la Sierra. Los crímenes abominables en Guerrero que no paran a pesar del discurso oficial. Las desapariciones forzadas de personas continúan, y siguen apareciendo fosas clandestinas; la tragedia de las amenazas y agresiones contra las mujeres y familias buscadoras se ha incrementado en los últimos meses, y nada o muy poco ocurre al nivel de la política pública para cambiar la situación. La numeralia de la Comisión Nacional de Seguridad indica que en la semana murieron a causa del crimen cerca de doscientas ochenta personas. La maldad de los criminales no respeta edad, condición, sexo, les da igual, acabar con las vidas de niños, adolescentes, jóvenes, adultos. Las escenas son dantescas, cuerpos ensangrentados, tirados en el piso. Los eventos combinados con la crueldad deterioran la capacidad de asombro de nuestras autoridades. Gobierno y población aumentaron el tamaño del horror producto de los horripilantes episodios que todos los días se reportan. Los fríos números nos ubican muy lejos de la tranquilidad y hundidos en el frenesí de la brutalidad de los delincuentes.

Durante el primer mes de gobierno de la Dra. Sheinbaum se registraron 2,564 homicidios dolosos, de acuerdo con la organización Causa en Común, que si lo dividimos entre los 31 días que tiene el mes de octubre, nos da 82.7 asesinatos diarios. La responsabilidad que tiene enfrente el secretario Omar García Harfuch no es fácil. Ya le otorgaron las tareas de investigación, de coordinación y supervisión a la dependencia a su cargo, esa será el eje de la lucha contra el crimen organizado. La inseguridad es el mayor reto para su gobierno. El objetivo de su plan es reducir delitos de alto impacto, principalmente el asesinato y la extorsión, mientras que los cárteles ocupan un lugar secundario en la estrategia. Pero no centrarse en desmantelarlos tampoco significa tolerar sus acciones violentas. Su enfoque es distinto por priorizar la prevención y sanción de conductas delictivas más que reemprender una cruzada que sólo atomiza a las organizaciones criminales y agudiza la lucha por el control de los territorios. Lo que, sin embargo, podría interpretarse como una política de “paxnarca” que acepta su presencia, siempre que no se traduzca en altas tasas de violencia. Su estrategia descansa en “neutralizar” su actuación, no desmantelar a los grupos. Estas dudas razonables alimentan la duda de que seguirán las mismas políticas con escasos resultados, como la de su antecesor, además de consolidar la militarización de la Guardia Nacional y atacar las causas del delito, y hasta dónde cambiará su estrategia con la mayor apuesta a la inteligencia policiaca para investigar y sancionar delitos de homicidio y la extorsión.

La estrategia de Sheinbaum enfrentará estos retos para la seguridad del Estado con dos cambios fundamentales. El primero, “la construcción de un Sistema Nacional de Inteligencia” que mejore las capacidades policiacas en el combate al crimen para enfocar la estrategia a “neutralizar” la actuación criminal y la operación financiera de sus redes; y, segundo, “la coordinación del gabinete de seguridad con la fiscalía nacional y las de los 32 estados para que la inteligencia policiaca se traduzca en carpetas de investigación”, a pesar que el delito de la extorsión no está considerado como delito grave. 

Una de las amenazas de Donald Trump sobre “ataques contra el narco mexicano” ha puesto en alerta al gobierno. La propuesta gringa que pretende “el despliegue de fuerzas especiales y operaciones militares en territorio mexicano para enfrentar a los cárteles” significa una escalada en el discurso de seguridad binacional y plantea preguntas cruciales sobre nuestra soberanía, aunque he de decir que, para varios analistas, “la soberanía pasaría a un segundo término si es que en realidad se lograra acabar con la terrible violencia que durante el Obradorato y “su continuación”, parece no tener fin. La presidenta enfrenta el desafío de dar resultados inmediatos en su lucha contra el crimen organizado. Hay que insistir que la idea de ineficacia y corrupción en el combate a los cárteles, sumada a la violencia sanguinaria y persistente en varias regiones del país, han dado poderosos elementos al discurso de Trump y provocan que varios sectores en Estados Unidos consideren una opción válida “la intervención en territorio mexicano”. A través de hechos históricos se ha demostrado que las intervenciones militares en territorios extranjeros casi nunca logran los resultados esperados y suelen ocasionar consecuencias non gratas para los países.  Una intervención militar en nuestro territorio puede agudizar la violencia, y fragmentar aún más a los 2 carteles cárteles más poderosos.

La intervención del Army estadounidense y los Boinas Verdes en nuestro país, tendría efectos desastrosos en las relaciones de ambos países. La imagen internacional de Estados Unidos se deterioraría y la cooperación en otros ámbitos, como el comercio, la inversión y la migración podría terminar. Para nuestro país, “la amenaza trumpiana” es un llamado urgente a fortalecer su estrategia de seguridad y demostrar que es capaz de hacer frente a sus propios retos. Hay que recordarle a la 4T, que la soberanía no solo se defiende con palabras ni ideología, sino con hechos, y México tiene la obligación de reafirmarse como un país capaz de decidir y enfrentar sus propios desafíos. Mientras el discurso oficial afirma que ya está en marcha la “nueva estrategia de seguridad” de este gobierno y habla de que “estamos atendiendo las causas” y del uso de la inteligencia policial para frenar la ola de violencia e inseguridad que vive buena parte de la República, en los hechos, a 56 días de que arrancó la administración de la presidente Claudia Sheinbaum, “la violencia criminal, particularmente la del narcotráfico, no ha disminuido ni un ápice y, con acciones cada vez más cruentas e impunes, los cárteles de la droga siguen sembrando el terror y la muerte entre los mexicanos”.

Nuestro país atraviesa por una ola interminable de masacres horripilantes. Hoy México es un país en el que los puestos de juez se rifan en una tómbola. Vivimos en un país militarizado en el que “los verdes” ya no pelean contra los carteles criminales sino por contratos. Nuestro país esta desangrado y sin ley, en un país gobernado por una pandilla de políticos mediocres e ignorantes, México está cambiando, pero no siempre se cambia para estar mejor. La degradación es también un cambio. El gobierno tiene urgencia de detener la cifra abrumadora de 3 mil 039 homicidios en las primeras semanas de la administración de la Dra. Sheinbaum, antes de que la inseguridad consuma su bono electoral. El país ha recibido a su gobierno con un baño de sangre hasta en estados libres de violencia, como Querétaro; y no ha habido ningún gran golpe policiaco que levante esperanza frente a la realidad de la guerra en Sinaloa o las masacres en Chiapas, Guerrero, Michoacán, aunque no guste llamarles así.

ES CUANTO

ADDENDUM: A ninguna autoridad le ha importado ayudar a la población chiapaneca que justo hace un par de meses, el 14 de septiembre, conmemoraron “la adhesión del territorio chiapaneco a México”, hecho conocido como la “mexicanización de Chiapas”. Y no faltó algún chiapaneco crítico y realista que señalara: que quién sabe si nos hubiera convenido mejor quedarnos en Guatemala”.  A los morenistas de la 4T, les encanta hablar del Estado y del papel preponderante que debe jugar. Pero, cuando se requiere la presencia del Estado, dónde está, “no lo vemos”, y mucho menos, en Chiapas. Ahí los carteles criminales tienen bajo amenaza a la población, obligándola a montar retenes para informarles quién entra y quién sale de su poblado, y la manda a retener y correr a los militares que pasan por la zona, como sucedió esta semana en Jaltenango y Frontera Comalapa.