A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor
Lo que nos faltaba. Justo cuando por fin comienza a materializarse un anhelo largamente postergado por los chiapanecos —la autopista que conecte Palenque con Ocosingo, y con ello al norte del estado con el centro—, aparecen los de siempre: los opositores sistemáticos, los que viven de decir “no”, los que se alimentan del atraso.
VEINTE AÑOS DE PROMESAS
Es ya el tercer sexenio consecutivo en que se promete esta obra. Calderón lo anunció, Peña Nieto lo reiteró y López Obrador lo repitió. Solo que por ahí, cerca de Tapachula, ante un grupo de ciudadanos, hace seis años, hizo una miniconsulta y canceló el proyecto. Ofreció ampliar la carretera, pero ni eso se logró.
Ahora, por fin, el nuevo gobierno de Eduardo Ramírez Aguilar ha decidido asumir el proyecto como propio, con la convicción de que los chiapanecos también tenemos derecho al desarrollo, a la conectividad y a las oportunidades. Esta inversión, de verdad, nos va a servir. Por ahí celebró un ritual para “pedir permiso a la madre tierra” y anunció el arranque con bombo y platillo. Pero antes siquiera de trazar la primera línea, ya se alzaron las voces de siempre, exigiendo la “cancelación inmediata”, por parte de un grupúsculo de ciudadanos a los que solo el periódico La Jornada dio cobertura mediática. Ya sabemos que ese es el “estilo” de ese medio: hacerse presente y luego cobrar la factura.
LOS QUE HABLAN EN NOMBRE DE TODOS… SIN HABLAR CON NADIE
Detrás de estos alegatos hay académicos de escritorio, activistas profesionales y caciques comunales que se erigen en portavoces del pueblo, cuando en realidad son portadores del atraso. Alegan defender la selva, pero no dicen nada de su destrucción cotidiana a manos de quienes supuestamente la cuidan, pero que en realidad son sus verdaderos depredadores.
Digámoslo con todas sus letras: muchas comunidades indígenas son hoy las principales marabuntas del entorno natural. No por maldad, sino por abandono y necesidad. Se talan ilegalmente maderas preciosas, se desmontan hectáreas enteras para sembrar maíz en muy magras cantidades, se queman bosques sin control ni conciencia ambiental. Ya sabe usted, por esa costumbre arraigada de tumba, rosa y quema. Y por eso, año tras año, se pierden miles de hectáreas de selva sin que nadie diga nada. Solo protestan cuando se anuncia una obra que pueda romper su control sobre el aislamiento.
¿A QUIÉN HAY QUE PEDIRLE PERMISO PARA SALIR DE LA MISERIA?
Nos dicen que estas comunidades tienen derecho a ser consultadas. Alegan un viejo convenio internacional —el 169 de la OIT— que han interpretado a su conveniencia. Solo que no dice ahí ni cuándo, ni cómo, ni dónde. Lo que no dicen es que también tienen derecho a una carretera, a un hospital, a una universidad cercana. Tienen derecho a salir de la pobreza que los ha rodeado por generaciones. ¿Quién defiende ese derecho?
Lo que está en juego no es solo una vía de comunicación. Es el derecho elemental a vivir mejor, a estar conectados con el resto del estado, a integrarse al país real y salir de un atraso equiparable al siglo XVI. No es el progreso lo que temen los que se oponen. Es perder el negocio político del atraso.
CHIAPAS NO AGUANTA OTRO SEXENIO DE AISLAMIENTO
Si seguimos permitiendo que cada proyecto estratégico sea saboteado por los intereses de unos cuantos, Chiapas seguirá empantanado en su rezago histórico. Los pueblos indígenas no pueden seguir aislados por discursos disfrazados de ecologismo o de autonomía. Lo que necesitan es infraestructura, inversión y futuro.
Es hora de decirlo claro: no más chantajes. No más simulaciones. No más permisos para vivir con dignidad.