El acertijo

A ESTRIBOR

Juan Carlos Cal y Mayor

EL ACERTIJO

Una nota publicada recientemente da cuenta de las enormes desigualdades que enfrentan los jóvenes mexicanos dependiendo del estado donde nacieron o viven. Ahí se publica el Índice de Desarrollo Humano de las Juventudes (IDH-J), elaborado por la ONU, que revela que un joven de entre 24 y 29 años en la Ciudad de México tiene, en promedio, casi dos años más de escolaridad que uno en Chiapas, y el doble o más de acceso a internet. A eso se suma un mayor ingreso promedio, mejor acceso a servicios de salud y muchas más oportunidades laborales. En contraste, Chiapas ocupa los últimos lugares en todos los rubros. La paradoja es que también es el estado con más apoyos sociales por habitante.

UNA PARADOJA QUE NO CUADRA

Aquí comienza el acertijo: si no ha faltado dinero, ¿por qué no se reduce la brecha? ¿Qué más necesitamos hacer? ¿Por qué no despega Chiapas, a pesar de las millonarias transferencias y programas federales que supuestamente buscan combatir la desigualdad?

DESCOLONIZAR NO ES MITIFICAR

Descolonizar no es regresar a un pasado incierto, teñido de retórica y mitología, como si en él encontráramos las respuestas que la realidad nos niega. Tampoco es resucitar un indigenismo de escaparate, disecado en vitrinas museográficas, que confunde identidad con inmovilismo.

LA VERDADERA DESCOLONIZACIÓN ES ECONÓMICA

Descolonizar o descolonizar —como ahora acostumbran decir—, en su sentido más urgente y real, es romper de una vez por todas con la dependencia económica que nos mantiene como súbditos de la federación y como clientela dócil del gobierno en turno. Es liberarnos de la cultura de la dádiva que prostituye la ciudadanía, que adormece el esfuerzo, que exilia al mérito y que convierte al emprendedor en sospechoso. Se nos trata como a un cuerpo comatoso al que no pueden desconectar —de las transfusiones del presupuesto federal— so pena de sucumbir.

FUGA DE FUTURO

La falta de futuro es la causa silenciosa pero contundente de la migración de miles de chiapanecos, sobre todo jóvenes de todos los estratos sociales, que no encuentran aquí posibilidades reales de crecimiento ni movilidad social. Huyen no por deseo, sino por necesidad. Solo se salvan los nuevos ricos cuyos padres viven de los favores de la obra pública o la transa desde el poder, los narcoemprendedores que ahora hacen hasta socialité, los factureros que se encargan de limpiar el cochinero, los que hacen política para poder hacer dinero.

NO ES UN PROBLEMA TÉCNICO, ES POLÍTICO

La respuesta no es técnica: es política. Lo que ha fallado no es la cantidad de recursos, sino la manera en que se usan. Se ha confundido desarrollo con dádiva y justicia social con control clientelar. Se distribuyen apoyos a manos llenas, pero no se generan capacidades productivas, ni se mejora la calidad educativa, ni se conectan esas ayudas con un proyecto de vida real. Se alimenta la dependencia, no la autonomía.

UN CLIENTELISMO DEMOSTRADO

La reciente elección de jueces por voto popular, que fue un fraude político más que un experimento democrático, dio una nueva prueba de la vigencia del clientelismo en Chiapas. Mientras el promedio nacional de participación fue de apenas el 12%, en Chiapas alcanzó el 60%, encabezando el país. Pero no fue por virtud cívica, sino por operación territorial. Esas filas de votantes no acudieron por voluntad propia, sino movilizados por intereses o promesas tangibles. Se trata de mantenerse en la nómina del bienestar. O de plano vender el voto como una baratija. No hay otro modo de explicar semejante disparidad.

LOS CÓMPLICES DEL ATRASO

Ahí están los personajes que traicionan nuestro futuro: operadores y colaboracionistas a sueldo de un régimen que convierte a los ciudadanos en súbditos a cambio de migajas. Una alianza perversa entre las clientelas locales y el poder federal que, si no se rompe, nos condenará para siempre al subdesarrollo. Chiapas no es pobre porque le falte dinero, sino porque le sobran cómplices del atraso. Y como en el lamento borincano, esos jibaritos que siempre se van locos de contentos con su cargamento para otra ciudad.

UNA NUEVA FORMA DE CORRUPCIÓN

La corrupción no ha desaparecido. Solo cambia de bando y de formato. Ya no se manifiesta únicamente en moches y obras infladas, sino en el uso perverso de la pobreza como capital político. Chiapas recibe apoyos por miles de millones de pesos, pero sus jóvenes siguen atrapados entre un sistema educativo fallido, una economía informal que apenas da para sobrevivir y una red de complicidades que inhibe la innovación, el emprendimiento y la movilidad social.

EL DESARROLLO QUE IMPORTA

El verdadero desarrollo no ocurre por decreto, ni por subsidios, ni por retórica. Ocurre cuando un joven puede estudiar sin hambre, conectarse al mundo sin obstáculos, conseguir un empleo bien remunerado y pensar en su futuro sin tener que migrar. Y eso requiere algo más que dinero: necesita voluntad para transformar estructuras profundamente arraigadas.

EMANCIPACIÓN, NO DEPENDENCIA

Chiapas puede ser una tierra de oportunidades, no de resignación. Pero para eso necesitamos menos discursos y más exigencia, menos lamentos y más autocrítica, menos dependencia y más carácter. Esa, y no otra, es la verdadera emancipación que Chiapas necesita.

UNA TRAGEDIA ANUNCIADA

Porque tal vez —y esta es la parte más cruda— el problema no está en la receta, sino en los ingredientes. Puedes tener la mejor fórmula, el mejor plan, incluso la mejor intención, pero si la materia prima con la que cuentas está podrida —si falta educación, si sobran cómplices, si abunda la simulación—, no hay milagro que alcance. Y eso, más que un acertijo, es una tragedia anunciada.