De ‘abrazos, no balazos’ a mano dura: ¿funcionará?

DE ‘ABRAZOS, NO BALAZOS’ A MANO DURA: ¿FUNCIONARÁ?

Alfonso Grajales

México está cambiando su estrategia de seguridad, y el mensaje es claro: se acabaron los abrazos, ahora vienen los golpes. Durante años, la política del gobierno fue evitar la confrontación directa con los cárteles, apostando por atacar las causas del crimen en lugar de perseguir a los criminales. Pero algo ha cambiado. De repente, el discurso ha girado hacia una postura más agresiva, con operativos más duros y una presencia militar reforzada en varias regiones del país.

El gran dilema es: ¿realmente funcionará esta nueva estrategia? O estamos, una vez más, en un ciclo donde se cambia de táctica sin atacar el problema de raíz.

Durante seis años, la política de “abrazos, no balazos” fue criticada por muchos sectores. Se acusó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador de ser demasiado permisivo con el crimen organizado, de no enfrentar a los grupos criminales con la fuerza que se esperaba. 

La violencia no bajó y, en algunos estados, la presencia del crimen se volvió más evidente. ¿El resultado? Un país donde los cárteles no solo trafican drogas, sino que controlan territorios, extorsionan negocios y hasta dictan las reglas en muchas comunidades.

Ahora, con la presidenta Claudia Sheinbaum el discurso ha cambiado. Se anuncian golpes duros contra el crimen organizado, detenciones de alto perfil y un refuerzo de la presencia militar. Se busca recuperar el control de territorios dominados por los cárteles y enviar un mensaje de que el gobierno no se quedará de brazos cruzados. Para muchos, este giro es necesario. Para otros, es un peligroso regreso a la estrategia de guerra contra el narco que en el pasado solo dejó más violencia y pocas soluciones reales.

El problema no es solo la estrategia, sino qué hay detrás de ella. ¿Es un verdadero cambio de rumbo con un plan estructurado o es solo una respuesta a la presión política y social? Porque si la mano dura no viene acompañada de inteligencia, reformas en el sistema judicial y atención real a las causas del crimen, el resultado será el mismo de siempre: más violencia, más enfrentamientos, más víctimas colaterales.

No podemos olvidar que el crimen organizado no es solo un grupo de personas armadas. Es un sistema con redes de corrupción, financiamiento y complicidad en distintos niveles de gobierno. 

Si se combate solo con operativos militares, pero no se toca el dinero, las estructuras políticas que los protegen y la impunidad que los mantiene operando, entonces los golpes serán superficiales. Se podrá detener a algunos líderes, pero siempre habrá alguien más listo para ocupar su lugar.

Las experiencias pasadas nos han enseñado que la violencia solo genera más violencia. En los años de la llamada “guerra contra el narco”, vimos operativos espectaculares, detenciones importantes y muchas promesas de que se estaba ganando la batalla. Pero al final, lo que tuvimos fue un país con más cárteles, más fragmentación y más territorios en disputa.

Eso no significa que no se deba combatir al crimen con firmeza, pero sí que debe hacerse con inteligencia. No basta con mandar más soldados a la calle o con capturar líderes si el sistema sigue permitiendo que las organizaciones criminales operen con total impunidad.

El cambio de estrategia es evidente, pero la gran pregunta es ¿será diferente esta vez? ¿O estamos repitiendo la historia con otro discurso? La seguridad en México no se resolverá con una sola medida ni con un solo enfoque. Se necesita una estrategia integral que incluya inteligencia, justicia y prevención. Sin eso, lo único que cambia es el discurso. Nos leemos pronto.