CUANDO LA MORDAZA VIENE DISFRAZADA DE JUSTICIA
Alfonso Grajales
No sé tú, pero yo ya no entiendo ni madres. Un día estás leyendo un tuit donde alguien dice “eh, ¿no que muy honesta la diputada?” y al otro día te quieren crucificar por violencia política de género. Así, sin más. Como si la crítica ahora fuera pecado capital.
La historia de Karla Estrella es tan absurda que encabrona. Una ama de casa de Hermosillo que lo único que hizo fue señalar un evidente caso de nepotismo político. ¿Y qué pasó? Que la multaron, la obligaron a disculparse un mes entero y a tomar un curso de “reeducación”. Como si hubiera salido de una secta peligrosa y no de Twitter.
Después vino Laisha Wilkins, actriz y tuitera que se burló de una diputada por andar bloqueando a diestra y siniestra. Le puso algo como “Dora la censuradora” y ¡Zas! Le abren proceso por violencia política de género. Ahora resulta que la ironía ya es delito.
También está el caso de Héctor de Mauleón, un periodista que escribió sobre una candidata judicial con pasado dudoso, y lo mandaron callar. Retira tu columna, le ordenaron. ¿La razón? Adivina: violencia política de género. Porque al parecer opinar ya es pasarse de lanza si no estás de acuerdo con el gobierno o sus aliados.

Y por si esto no fuera poco, ahí está la Ley Telecom. Una “joya” legislativa que le daría al gobierno el poder de apagar redes sociales, tumbar plataformas y aplicarle multas millonarias a quien difunda “propaganda extranjera” o “contenido inapropiado”. O sea, lo que a ellos se les hinche que es inapropiado.
En Puebla –la cereza del pastel– se pasaron de listos. Ahí ya aprobaron cárcel por insultos en redes. No es broma. Tres años si te pasas de sarcástico. Porque claro, nada más peligroso que un ciudadano crítico con internet.
¿Qué tienen en común todos estos casos? Que están usando una causa legítima —la defensa de las mujeres— como búmeran para callar y castigar la crítica. Nos la están dejando ir por la puerta de atrás.
No se trata de minimizar la violencia de género, ni de decir que no hay agresiones reales, pero tampoco se vale que cada crítica se convierta mágicamente en violencia solo porque toca fibras políticas. Porque si ya no puedes cuestionar a una diputada, a una jueza, a un político, ¿entonces qué sigue? ¿Pedir permiso para hacer un meme?
Esto va más allá de defender a una tuitera, una actriz o un periodista. Nos jugamos el derecho a decir las cosas como son, aunque duelan. Porque si la ley solo protege al poderoso y castiga al incómodo, entonces ya no es justicia, es mordaza.
Y ya estuvo bueno de eso.
Así que quédate con esta idea: si nos callan a uno, nos callan a todos. No importa si opinas mucho, poquito o nada. Hoy es Karla, mañana eres tú. Y entonces sí, ya nos llevó la chingada.
Nos leemos pronto.
ESPINACAS
Por Popeye
Callan a punta de leyes,
te acusan por opinar…
¡si la crítica es delito,
que nos vengan a encerrar!
¡Seco el elotazo…!