COSAS QUE SUCEDEN EN VERACRUZ, CUANDO SON Y NO DEBERÍAN
Manuel Zepeda Ramos
Ayer, cuando regresábamos de la marcha por la búsqueda de la convocatoria necesaria para la elección del próximo rector de la Universidad Veracruzana, desde rectoría hasta las oficinas de la Junta de Gobierno en Murillo Vidal, Edgar y yo decidimos parar un taxi, en esas horas congestionado el tránsito existente.
El primero que pasó atendió nuestra petición, de inmediato. Era un señor de Edad, atento y correcto.
-Muchas gracias, señor, le dije de entrada.
-Gracias a ustedes, que estuvieron en la marcha y en el mitin, me dijo.
-Como lo supo que allí estuvimos, le pregunté.
-No hace falta más que verlos. Estoy enterado, me respondió. En mi casa hay universitarios de la UV. Mi esposa es licenciada en letras españolas y tenemos dos hijos: uno ingeniero civil y otra química clínica. Edgar y yo no pudimos evitar mirarnos.
¿Cuántas familias habrá en toda la geografía veracruzana como la del padre que por fortuna de la vida nos encontramos sin proponérnoslo?
A lo largo de sus más de mil kilómetros que tiene Veracruz está la UV, desde hace años, donde se forman a las nuevas generaciones que habrán de desarrollar este estado maravilloso que bien podría ser un país.
La marcha, a las 11 en punto, dio inicio con un mitin al pie de las escalinatas impresionantes que marcan la subida a la rectoría, como premonitorio dato.
Hablaron los tres aspirantes; como siempre, bien articulados, conocedores de lo que debe ser un compromiso de este tamaño.
Pero también hablaron muchos más:
Hablaron, maestros, investigadores y estudiantes. Claros y concretos, todos con un tema en común: La vigilancia intimidatoria, imperante en las secretarías, en las direcciones de área, en las facultades e institutos, anunciando sanciones que se impondrían a maestros, investigadores, estudiantes y trabajadores, a todos los que abandonaran sus sitios de trabajo, sus lugares de estudio.
Otros dijeron que sus directores programaron juntas académicas a la misma hora de la convocatoria.
Un representante de los discapacitados universitarios, emotivo y contundente, con apoyo de una traductora de sordomudos, hablando de la gran oportunidad de poder acceder a la educación superior pero también solicitando apoyos para ellos, para conducirse mejor.
Otros estudiantes más, solicitando apoyos prometidos que nunca llegan, pero orgullosos de estar en una universidad como la nuestra; así como trabajadores solicitando ser basificados ante la eterna y cotidiana promesa que, tampoco, nunca llega.
Fue un mitin de inteligentes y maduros; de universitarios que viven en una universidad que quieren y respetan ante una realidad inocultable: la falta de compromisos cumplidos.
En el ínterin, platiqué con muchos amigos, viejos como yo que quieren a su Casa y quienes, por ese solo hecho asisten a la marcha, todos con el entusiasmo similar a los jóvenes presentes. Viejos universitarios que rejuvenecen ante el reto que una Junta de Gobierno irresponsable nos obliga a tomar la calle.
Arrancó la marcha rumbo a Murillo Vidal, a las oficinas de la Junta de Gobierno. La gente, desde sus casas, nos animaban al paso, con pulgares levantados o con palabras de cariño, solidarias, por la defensa de una universidad que está en el alma de los veracruzanos los que, al menos uno de la familia, ha estudiado en sus aulas para ser seres de provecho.
En las oficinas de la Junta de Gobierno, con todo y puertas cerradas, pero sus habitantes tomando fotos y videos desde sus ventanas ahumadas, opacas, se desarrolló otro mitin con oradores, maestros, investigadores y estudiantes quienes, una vez más, señalaban la imperdonable medida de una Junta que tomó una decisión irresponsable cuyos integrantes habrán de lamentar toda su vida. Gritos y ocurrencias, inteligentes y simpáticas de los universitarios marchistas, se repetían una tras otra, taladrando los oídos de quienes, furtiva pero evidentemente notables, desde las alturas de su edificio, alguno seguramente ya arrepentido por su conducta, a todas luces irreparable y vergonzante.
El atrevimiento no ha concluido.
Todavía hay instancias legales y posibles. Llegarán.
El lugar menos adecuado para dirimir pleitos políticos, al menos en esta entidad federativa, es la Universidad Veracruzana.
No esperen a que suceda. Se arrepentirán.
Allá ellos.
¡Viva la Universidad Veracruzana!
¡Viva Veracruz!