Cinismo en París, burla en Teuchitlán

por Alfonso Grajales Cano

La 4T tiene personajes que han hecho de la contradicción su sello personal. Pero hay unos que, la verdad, se pasan de lanza. Uno de ellos es Gerardo Fernández Noroña, el senador que antes se desgarraba las vestiduras en nombre del pueblo, pero que hace unos días se paseó por París con cargo al erario y, de paso, minimizó una tragedia nacional como si se tratara de un cuento de los medios de comunicación.

Hace unos días, mientras madres buscadoras cavaban en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, —un lugar que huele a fosa clandestina y a crimen sistemático—, el presidente del Senado soltó una joyita para el archivo de la desvergüenza política mexicana: “¿Dónde están los cuerpos? Solo hay zapatos. ¿Quién dice que esos zapatos son de desaparecidos?”

Así, sin un gramo de empatía, como si el dolor ajeno se midiera por número de cadáveres visibles. ¡No mames, Noroña!

¿De verdad hay que recordarte que cada zapato representa a alguien que falta? ¿Que esas prendas tienen dueño, historia, nombre? Que en este país, donde el número de desaparecidos ya superó el límite de lo aceptable hace años, tus palabras no solo hieren, también insultan.

Y como si no fuera suficiente, mientras el país arde por la inseguridad y las familias lloran a sus muertos sin tumba, el senador se nos fue a París. No a buscar soluciones, ni a reunirse con activistas o legisladores europeos para exponer la crisis humanitaria de México, no. Fue a una reunión parlamentaria que nadie pidió, nadie entendió y nadie recuerda qué carajos resolvió.

Eso sí, con esposa incluida, hospedaje de lujo, gastos pagados y la clásica justificación burocrática de siempre. Porque en esta “austeridad republicana” de la 4T, hay niveles: el pueblo con tlayudas y los senadores con croissants.

Y entonces uno se pregunta, ¿en qué momento este señor, que antes se colgaba la bandera de la lucha social, se volvió la caricatura del poder que juró combatir? Porque no es solo que se haya ido de viaje, es el descaro con el que lo hace mientras se ríe de los zapatos enterrados en Jalisco.

Eso no es valentía, es cobardía disfrazada de sarcasmo.

Pero lo que más duele —y sí, duele— es la normalización del horror. Que alguien con fuero y micrófono se burle de la tragedia de los desaparecidos no solo lastima a las víctimas. Nos lastima como país. Porque cada vez que se banaliza el dolor, se le da otro zape a la justicia. Se manda el mensaje de que aquí el sufrimiento ajeno es negociable, que puede hacerse chiste si conviene, o ignorarse si incomoda.

Y no. No podemos permitir que eso se repita.

No podemos dejar que los zapatos del Rancho Izaguirre terminen guardados en el cajón del olvido.

No podemos callar mientras los de arriba siguen repartiéndose privilegios y los de abajo siguen contando desaparecidos.

Gerardo Fernández Noroña, tú que antes te indignabas, recuerda quién eras antes del hueso.

Recuerda que el poder sin congruencia es solo un disfraz.

Recuerda que cada palabra tuya pesa. Y cuando banalizas la muerte, no estás del lado del pueblo: estás del lado del desprecio.

¡No te me apendejes! Este país necesita memoria. Necesita justicia.

Y, sobre todo, necesita políticos que no confundan la representación con el espectáculo.

Y que nadie olvide: la decencia no viaja en clase ejecutiva ni se disfraza de sarcasmo barato. Nos leemos pronto.