CHIAPAS LA GUERRA FRONTERIZA (1ª PARTE)
Fernando Hinterholzer Diestel
El país está siendo doblegado por la violencia galopante, prácticamente se le está yendo de las manos a la Presidente en escasos 28 días en el poder, pese a que toda esta guerra violenta no se le puede atribuir en estos momentos a su naciente administración, es lamentablemente la podrida herencia del gobierno de su antecesor y consecuencia del fracaso de su estrategia de no combatir a los cárteles de las drogas”, y proteger al Cártel de Sinaloa, (hasta la semana pasada, la consultora T-Research contabilizaba 1,792 homicidios dolosos desde que la Dra. Sheinbaum llegó a Palacio Nacional el 1 de octubre). Sheinbaumrequiere de más tiempo y mucho presupuesto para que la estrategia que ideó hace tres semanas, pueda empezar a funcionar. El problema es que la narrativa que está tratando de construir, retomando las líneas generales de su predecesor y sus tácticas dilatorias y distractoras, no le está funcionando. La violencia está desatada y los criminales aumentan la intensidad de fuego. Como ejemplo, están Chiapas, entidad enfrascada vive en la ingobernabilidad y la vida la determinan tres cárteles trasnacionales. Chiapas era un cinturón de contención de esas organizaciones, y hoy está invadida por sicarios. Guanajuato, zona dominada por el Cártel de Santa Rosa de Lima, donde estallaron dos coches bomba, mientras que, en Guerrero, en el municipio de Tecpan de Galeana, fue invadido por un grupo de sicarios (muchos de ellos guatemaltecos) quienes se enfrentaron militares, el saldo 17 delincuentes abatidos. El territorio de operaciones de los grupos criminales se ha extendido implacablemente en unas cuantas semanas, desde Sinaloa y Chiapas, hasta el centro del país. Aun no conocemos, si el aumento de “eventos terroristas” forman parte de la extensión de la guerra en el Cártel de Sinaloa, pero lo que sí se ve es la primera crisis de seguridad que enfrenta la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, y que la pone a prueba sobre cómo manejar el desastre que le dejó su padrino “el capo de capis”.
Hace unos años denunciamos través de la ONG Guerreros por una Vida Mejor A.C. que la degradación de la vida social y el empeoramiento de la seguridad se estaba agravando aceleradamente en Chiapas mi estado natal. No se hizo nada, pese a que la entidad está situada en una posición estratégica para México y en su frontera, la segunda más grande del país, lo comentamos en su momento, que jugaba con la gobernabilidad. Hoy, Chiapas vive sojuzgada en la ingobernabilidad y la violencia la determinan “tres cárteles trasnacionales”. Hace 20 años, Chiapas era un soporte de contención de esos grupos criminales, y hoy es dominio de ellos. Pero si la Dra. Sheinbaum no hace nada como su “padrino”, y deja que el crimen organizado continúe su avance por el país hasta llegar, en algún momento, al corazón de la república, estaremos en una auténtica “guerra civil” contra los carteles criminales. Desde hace 6 años, el gobernador chiapaneco se ha desentendido de la marcha de los criminales sobre los territorios de los Altos de Chiapas, el tráfico de migrantes es un pingue negocio para las bandas criminales, como el Cartel Chamula, que opera en la zona de San Cristóbal las Casas. Existe una alianza de facto del crimen organizado, con los gobiernos estatales, están realizando desplazamientos forzados para quedarse con propiedades comunales que, desde hace más de 30 años, cultivaban los grupos zapatistas y ello está conllevando a una lucha armada. Existe una fuerte presencia de “sicarios” del crimen organizado, los cuales realizan bloqueos, asaltos, secuestros, cobro de piso, reclutamiento forzado y balaceras, todo con el beneplácito del gobierno de Rutilio Escandón y el contubernio del Ejercito mexicano y la GN.
La violencia también detonó hace más de un año en las comunidades lacandonas, vecinas a la frontera con guatemalteca, y el gobierno de la 4T, solo respondió con el envío de guardias nacionales, que nunca intervinieron para combatir a los grupos que se disputan la plaza. La inacción gubernamental fue criminal, en esta zona fronteriza, la disputa es entre los cárteles de los Chapitos, el CJNG y una facción de ambos que se denominada “Chiapas y Guatemala”, y lamentablemente los militares, de acuerdo a señalamientos de las comunidades, tomaron partido por alguno de los cárteles. En Chiapas se requiere una intervención federal urgente de, por lo menos, de la misma magnitud de la que hubo en 1994 y décadas posteriores, cuando la entidad fue intervenida el gobierno federal, y se implementaron desde la federación políticas públicas y de seguridad muy específicas, acompañadas por un trabajo político serio que logró incluso, una relación estable con el EZLN durante muchos años, manteniendo índices de seguridad relativamente buenos.
Todo ello se perdió hace seis años con el arribo a la gubernatura de Rutilio Escandón, un personaje cercano a AMLO, pero que no estaba preparado para gobernar, y que olvidó de las políticas de seguridad, y dejó a su suerte a las comunidades, sobre todo indígenas, y entrego al crimen organizado muchas regiones del estado y de la frontera sur. Además, que permitió la corrupción galopante en su gobierno en las áreas y de funcionarios de seguridad, que se dedicaron a negociar con distintos cárteles y grupos criminales, generando crecientes y constantes enfrentamientos entre ellos. Las autoridades, tanto federales como locales, existen en el papel, pero no en la realidad. La Guardia Nacional y la policía estatal hacen sus recorridos en los municipios, pero no enfrentan a nadie, son en realidad autoridades presentes, pero ausentes, finalmente simples espectadores que todo dejan en manos de los criminales, “no sabemos si por miedo, complicidad u órdenes de arriba”. No hay gobierno porque no hay interés de poner orden, y sin autoridad que ponga orden ni marque límites, la población está a expensas de las acciones de los grupos criminales. El crimen de uno de los mediadores de la violencia de Chiapas, como lo era el sacerdote tzotzil Marcelo Pérez, debe ser punto de quiebre para ir al fondo de la violencia que han mutado en años recientes a un periodo de abierta tolerancia y fomento institucional de la operación y fusión de grupos del narco con organizaciones paramilitares para desplazar, despojar y desaparecer personas y pueblos de las diversas regiones de Chiapas.
Cada que la sociedad civil y los medios de información exigimos a las autoridades que terminen con la ingobernabilidad y la inseguridad, el gobernador y la ahora presidente regresan a “su realidad alterna”, y niegan la muy triste realidad que viven los chiapanecos. El inútil gobernador, se la pasa declarando que “en Chiapas no pasa nada, que todo está bajo control”. Y desde la Presidencia de la República cada que se reporta una tragedia, salen con verdaderas estupideces, y anuncian “que ya atienden el asunto y que no habría impunidad”. Y siempre sucede lo contrario, ni se atiende y siempre hay impunidad. En la actual administración, a casi un mes de haber iniciado, ya está mostrando que trae la misma política del “obradorato”. Y mientras tanto la gente sufre, hoy Tapachula ya es, con datos oficiales, la ciudad donde la gente se siente más insegura en el país.
ES CUANTO
ADENDDUM: Mientras el expresidente vive encerrado en su burbuja tropical de “La Chingada” en Palenque, fuertemente resguardado por operativos militares, la situación de inseguridad en el resto de Chiapas es crítica y caótica. Así que mientras el que se fue vive tranquilo, en medio de sus árboles y sus pájaros, un cuartel militar junto a su finca para lo que se ofrezca, una clínica del ISSSTE como las de Dinamarca, que a sus paisanos tabasqueños, a los chiapanecos, sinaloenses, guerrerenses, michoacanos y demás mexicanos, que se los lleve, literalmente la otra Chingada.