A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor
¿QUIÉNES SON LOS VERDADEROS PUEBLOS ORIGINARIOS?
En los debates contemporáneos sobre derechos colectivos, territorios y autonomía, una palabra se ha convertido en piedra angular de muchas reclamaciones: originario. Se usa con solemnidad, como si bastara su sola mención para otorgar autoridad moral, histórica y jurídica sobre extensiones de tierra, recursos naturales, formas de autogobierno o privilegios legales exclusivos. Pero la pregunta es, ¿cuán originario es un pueblo migrante? Porque eso, al final, es lo que fueron los primeros habitantes de América.
Según la evidencia científica más sólida, el ser humano moderno no surgió en América. Su origen está en África. Desde ahí, grupos de cazadores-recolectores fueron expandiéndose por Asia y eventualmente cruzaron, probablemente hace unos 20,000 años, el puente de Beringia hacia el continente americano. No lo hicieron como dioses brotados de la tierra, sino como migrantes, tan nómadas y vulnerables como cualquier grupo humano que busca sobrevivir.
MIGRANTES
Los llamados pueblos originarios de América son, en realidad, descendientes de esos primeros migrantes. En ese sentido estricto, no hay nada originario en términos absolutos. Los pueblos llegaron, se asentaron, crecieron, guerrearon entre ellos, dominaron y fueron dominados. La historia de América antes de la Conquista es también una historia de imperios, tributos, sometimiento, esclavitud, sacrificios humanos y expansión territorial. No eran guardianes armónicos de un paraíso perdido, como pretenden ciertos discursos nostálgicos y maniqueos.

Si llegamos al extremo de considerar que “el que llegó primero” tiene derecho perpetuo sobre la tierra, entonces los españoles también tendrían derecho a lo que conquistaron. Y si seguimos esa lógica, podríamos reclamar Europa para los neandertales, Asia para los denisovanos, y África para los primeros homo sapiens. Absurdo, por supuesto. Pero no más absurdo que pretender que en pleno siglo XXI se gobierne o legisle en función de un pasado remoto convertido en tótem ideológico.
FEUDALISMO DISFRAZADO DE ETNICISMO
Para ilustrar lo ridículo de esta lógica, imaginemos que Elon Musk logra establecer una colonia humana en Marte con su empresa SpaceX. Supongamos que cien años después, los descendientes de esos primeros colonos reclaman la autoridad de pueblo originario marciano, y exigen privilegios sobre los recursos del planeta rojo. ¿Por qué? Porque llegaron primero. ¿Nos parece risible? Pues eso mismo estamos haciendo aquí, en la Tierra, con discursos que disfrazan de justicia histórica lo que no es más que una forma moderna de feudalismo disfrazado de etnicismo.
El término “originario” debería entenderse como lo que es: una convención cultural, no un título de nobleza atemporal. El verdadero drama es que se ha convertido en pretexto para fragmentar la soberanía nacional, multiplicar jurisdicciones paralelas, impedir el desarrollo con chantajes identitarios, y perpetuar cacicazgos locales bajo el disfraz de “usos y costumbres”.
América no pertenece a un solo linaje. No es indígena, ni española, ni africana, ni criolla: es mestiza. Esa es su verdadera raíz, su verdadera riqueza. Todo lo demás es una narrativa política, útil para ciertos intereses, pero peligrosa para la cohesión nacional y el futuro compartido.