LEER AUNQUE SEA EN EL BAÑO, EL PUNTO ES EMPEZAR
Alfonso Grajales
Dicen que los chiapanecos somos apáticos para leer, que nomás no se nos da eso de agarrar un libro, un periódico o una revista, lo que sea.
Y pues sí, para qué nos hacemos: hay quienes se ponen más nerviosos con una página que con una carta del SAT. Leer da hueva, dicen.
Pero luego no se explican por qué no tienen tema de conversación más allá del chisme del Face o el último audio de la vecina gritándole al marido.
Yo, que llevo 30 años dirigiendo un periódico, me la paso viendo cómo la gente se aleja de las letras como si quemaran.
Por eso no sorprende que muchos medios impresos hayan pelado gallo. No porque fueran chafas, sino porque a la gente le vale un cacahuate si desaparece un diario, mientras sigan saliendo memes en el celular.
Leer no es castigo, no es tarea, es una salvación. Leer te desapendeja, te abre los ojos, te da lengua, te da barrio, te da poder. Te enseña a hablar bonito y a pensar mejor. Te da ideas.
Y no hablo solo de leer novelas de más de mil páginas o ensayos sobre filosofía, sino de leer aunque sea poquito. Aunque sea en el baño, aunque sea las instrucciones del shampoo.
Y mira, ahora que el gobernador Eduardo Ramírez Aguilar lanzó el programa Chiapas Puede, que busca erradicar el analfabetismo, es buen momento para entrarle todos.
Porque el góber pudo haberse hecho pijiji, como tantos otros. Pudo seguir el guion clásico de más ferias, más influyentismo, más discursos huecos. Sin embargo, optó por un proyecto serio, necesario y que no da votos fáciles, pero sí transforma de fondo. Y eso se agradece.
Ahora, no se trata solo de aprender a juntar letras. Se trata de leer para entender el mundo. Para que cuando estés en una reunión no te agarren en curva. Para que no te quedes como poste cuando alguien te hable de política, ciencia, amor o historia.

Porque sí, da pena ajena ver a alguien que no sabe ni lo que pasa en su colonia, pero se la vive opinando en redes como si fuera experto.
Y más gacho es cuando traes ganas de ligarte a alguien y no sabes ni qué decir. Todo porque te dio hueva leer las novelas rosas de tu abuelita, o porque crees que el romanticismo se reduce a mandar stickers de perritos con corazones.
Peor tantito si estás buscando chamba y en la entrevista no sabes ni cómo explicar quién eres porque nunca leíste un libro de tu carrera, porque te dormías en clase y te aprendías todo al trancazo, al ahí se va. Y ya en el campo, pues valiste madre.
¿Y qué tal cuando te toca sentarte en una mesa con puros chairos? Sí, esos que lo saben todo y si no, lo inventan. Si no traes con qué defenderte, te vas a ver bien chafa. Te van a dar la vuelta, te vas a sentir como gallina desplumada y todo por no leer el periódico o, aunque sea los encabezados.
Así que no hay excusa. Leer no engorda, no hace daño y te salva del ridículo.
No importa si es en papel o en pantalla. Lo que importa es que leas. Aunque sea tres párrafos al día. Aunque sea en el monte, el camión, la cama, la playa o en tu receso.
La lectura no es un lujo, es una tabla de salvación en un mundo donde cada vez hay más ruido y menos sustancia, donde todo se grita, pero poco se piensa, donde todos opinan, pero pocos saben.
Así que date cinco minutos diarios de lectura. No por mí, no por el gobernador, sino por ti. Porque la vida necesita gente que piense, que hable con sentido, que no se deje chamaquear.
Y si de plano no quieres leer, pues nomás no te quejes de lo mal que está todo, si no haces ni lo mínimo para estar mejor.
Y si no sabes qué leer… empieza por este texto, de algo te va a servir. Aunque sea para darte cuenta de que sí sabes leer y nomás te haces pato.
Nos leemos pronto.
ESPINACAS
Por Popeye
Leer pule el pensamiento,
y también da entretenimiento.
Si no lees ni en el excusado…
¡no esperes salir bien librado!
¡Seco el elotazo…!