LAS CALENTURAS DE FERNÁNDEZ NOROÑA
Alfonso Grajales
Gerardo Fernández Noroña lo volvió a hacer. Porque cuando no está discutiendo con medio mundo o peleándose con el clima, el buen Noroña se avienta frases que harían ruborizar hasta a un cactus. Esta vez, en plena conferencia, comparó el acto de votar con hacer el amor ¡Así, sin vaselina!
“Yo no sé ustedes, pero tengo la impresión de que nadie nos enseñó a hacer el amor, y lo hicimos. Y cada vez salió mejor. En algunos casos. En otros no tanto”, soltó con toda la seguridad de quien cree haber dicho algo profundo. Y remató: “Entonces, vamos a hacer el amor electoralmente el próximo 1 de junio”. ¡Órale!
Uno no sabe si reír o mandarle un folleto del INE y otro de educación sexual. Porque si de metáforas se trata, hay unas que dan ternura, y otras que dan pena ajena. Y esta digamos que está como para guardarla en el cajón de los discursos que no debieron salir nunca del cerebro.
Porque, seamos sinceros: una cosa es buscar que el electorado conecte, y otra muy distinta es armar una fantasía romántica con las urnas. ¿Qué sigue? ¿Que el voto sea “una caricia a la patria”? ¿Que el INE reparta velas aromáticas el día de la elección?
Lo más curioso del asunto es que él lo dice convencido. Como si acabara de descubrir la pólvora democrática. Como si su analogía fuera brillante y no una mezcla rara entre canción cursi y plática de sobremesa con dos mezcales encima.

Y claro, hay quienes aplauden su estilo “auténtico”. Que porque dice lo que piensa. Que porque no tiene filtros. Pero una cosa es ser directo, y otra muy distinta es pasarse de creativo. Porque esto no fue ni profundo ni gracioso: fue una de esas ocurrencias que provocan más burlas que reflexión.
Lo preocupante es que este señor no es un comediante. Es el mero mero del Senado. Un tipo que debería estar enfocado en leyes, presupuestos y reformas, no en dar cátedras de “amor electoral” en horario de oficina.
Mientras tanto, el país sigue con pendientes de a de veras: inseguridad, inflación, servicios públicos pa’l perro. Pero aquí estamos, escuchando al senador hablar como si fuéramos parte de una campaña de perfumes románticos y no de una elección seria como la del Poder Judicial.
Ojalá el 1 de junio no nos quieran vender la idea de que “amar es votar”, y que con eso basta. Porque si de amar se trata, que empiecen por respetar al electorado, por gobernar con oficio y por hablar con claridad. Y si ya de plano quieren ponerse poéticos, que lo hagan después de las 8 de la noche y fuera del Senado.
Porque una cosa es invitar a la participación ciudadana y otra muy distinta, tratar a las urnas como si fueran el cuarto de los deseos.
Nos leemos pronto.
ESPINACAS
Por Popeye
Con su amor electoral,
Noroña quiso lucirse…
pero entre tanta jalada,
¡acabó por exhibirse!
¡Seco el elotazo…!