Tu privacidad a cambio del aplauso digital

TU PRIVACIDAD A CAMBIO DEL APLAUSO DIGITAL

Alfonso Grajales Cano

Ya nadie pregunta “¿estás bien?”, ahora te preguntan “¿ya hiciste tu versión anime?”. Subimos nuestras caras con gusto, entregamos nuestras fotos como si fueran dulces en Halloween digital, y todo por vernos como princesas de Studio Ghibli o guerreros de videojuego. Pero ni quién se pregunte: ¿y qué pasa después con esa foto? ¿Quién la guarda? ¿Para qué? ¿Y con qué chingado derecho?

Estamos tan ocupados queriendo likes, que ya no nos importa regalar nuestra identidad a plataformas que no conocemos, manejadas por empresas que sí saben exactamente qué hacer con nuestros datos: venderlos, manipularlos o explotarlos. Porque mientras tú subes la foto de tu bendición convertido en caricatura, la inteligencia artificial está aprendiendo sus rasgos, sus gestos, su rostro. Gratis. Y con tu permiso.

Y no, no es exageración de paranoico. Lo dicen expertos de verdad. Cada vez que subes una imagen personal a estas apps, puedes estar entregando más que una cara: estás dando acceso a tu identidad, tu huella digital, y hasta el modelo de tu vida. Con eso, los algoritmos te crean, te imitan, te clonan, y si alguien quiere verte diciendo o haciendo algo que nunca hiciste, ahí está el material. Cortesía tuya.

Claro que suena extremo. Hasta que te pasa. Hasta que ves tu cara en un video porno que nunca grabaste, o promoviendo un producto que jamás usaste. Y entonces no es gracioso. No es arte. Es un pinche infierno legal que ni siquiera sabes cómo empezar a enfrentar.

Pero no todo es culpa de la tecnología. Nosotros también somos unos ingenuos digitales. Nadie lee los términos de uso, nadie pregunta qué hacen con los datos, y si alguien lo dice, lo tachan de aguafiestas. Porque en este mundo de reels y filtros, el que piensa estorba. El que duda es “tóxico”. Pero el que se la cree toda, ese es el que termina sin cara y sin privacidad.

Y la cereza del pastel: muchas de esas plataformas se reservan el derecho de almacenar tus fotos, usarlas con fines comerciales, entrenar más IA o compartirlas con terceros. Y tú ni enterado, porque solo querías verte mamado y guapo como Mr. Increíble en tu perfil. No sabías que acababas de firmar tu cesión de imagen digital sin recibir un solo peso.

¿Y los niños? ¡Uff! Pior. Hay papás que suben fotos de sus hijos sin pensar que esos rostros también pueden ser almacenados, procesados y quién sabe para qué usados. ¿Querías un recuerdo tierno? A lo mejor acabas regalando material para suplantación de identidad dentro de diez años. Así de canijo está el asunto.

¿Solución? No es dejar de usar tecnología, sino dejar de usarla a lo pendejo. Lee lo que aceptas. Evita subir imágenes sensibles. Usa herramientas que protejan tus datos. Y sobre todo, piensa dos veces antes de subir una foto solo porque está “de moda”. Porque los trenes digitales no son inocentes, y muchas veces, detrás del filtro bonito, hay un monstruo que ya te vio… y ya te guardó.

Si después de esto aún quieres subir tu cara a una app, al menos sonríe bonito… no vaya a ser que te conviertan en el rostro de su próxima estafa. Nos leemos pronto.

ESPINACAS

Por Popeye

Jugaste a ser héroe de caricatura,

y cediste tu alma sin lectura.

Hoy presumes tu versión animada…

mañana llorarás tu identidad clonada.

¡Seco el elotazo…!