El fuero, el cinismo y Cuauhtémoc

CHIRAS PELAS

Alfonso Grajales Cano

EL FUERO, EL CINISMO Y CUAUHTÉMOC

El 25 de marzo, la Cámara de Diputados rifó un show que ya nos sabemos de memoria: se votó el desafuero de Cuauhtémoc Blanco, acusado por su media hermana de intento de violación, y como era de esperarse, lo blindaron con todo el poder del fuero y el silencio institucional.

Sí, Cuau se quedó con su curul, su impunidad bien puesta y su sonrisa de “me la pelaron todos”. ¿Y la víctima? Bien gracias. Ni la dejaron hablar.

Se escuchó más fuerte la voz del acusado que la de quien lo denunció.

No se oyó el testimonio de una mujer que quiere justicia, pero sí se oyó al exfutbolista convertido en diputado, usando la tribuna para defenderse con el típico “todo es mentira y es una guerra sucia”.

Y mientras tanto, en las curules, Morena, el Verde, el PT y hasta el PRI armaron un combo de protección, fuero y lavada de manos.

Votaron en bloque para salvar a uno de los suyos, aunque eso significara darle la espalda a las mujeres, al discurso feminista y a la justicia.

¿No que muy transformadores? ¿No que primero los pobres y primero las víctimas? Puro choro mareador.

Pero ojo, esto no se queda en la CDMX. Desde Chiapas también se embarraron en esta jugada sucia.

Ahí les va la lista de las legisladoras chiapanecas que votaron para proteger a Cuau: Flor de María Esponda, Karina Margarita del Río, Karina Trujillo, Carmen Patricia Arizmendi, Rosa Irene Urbina, Rosario del Carmen Moreno, Delia María González, Azucena Arreola, Karen Yaiti Calcaneo y Sonia Rincón.

Y claro, no podían faltar los diputados chiapanecos que también se cuadraron con el fuero: Emilio Ramón Ramírez, Guillermo Rafael Santiago, Alfredo Vázquez, Joaquín Zebadúa, José Roberto Ramírez y Carlos Morelos.

Todos ellos, en lugar de ponerse del lado de una mujer que pidió justicia, se fueron con el compa que tiene fuero y reflectores.

¿Dónde quedó su discurso sobre la defensa de las mujeres, la justicia, la dignidad?

Porque cuando tocó rifársela de verdad, se hicieron ojo de hormiga.

Lo más gacho es que las diputadas que sí alzaron la voz, incluso dentro de Morena, fueron ignoradas y amenazadas por su propia bancada.

Un bloque feminista intentó armar resistencia, pero fue aplastado por la maquinaria partidista.

Y Citlalli Hernández, que se supone enarbola temas de mujeres, salió con la jalada de que la Fiscalía presentó mal la denuncia.

Ajá. Y mientras tanto, la víctima sin voz, y el acusado con micrófono.

Esto manda un mensaje clarito: si eres poderoso, puedes salirte con la tuya.

Si eres mujer y denuncias, primero demuestra lo imposible, y luego, si hay tiempo, igual te pelamos.

Así de jodida está la cosa.

Cuauhtémoc no metió goles esta vez, pero sí se llevó el trofeo de la impunidad, con pase VIP cortesía del Congreso.

Y la 4T, que tanto presume su lucha por los derechos de las mujeres, hoy quedó como un cascarón vacío.

Porque no basta con decir “somos feministas” si en la práctica le das la espalda a la víctima y le aplaudes al agresor.

Y para la próxima, ojalá que la justicia no salga a calentar la banca mientras el fuero mete autogoles al respeto, la congruencia y la dignidad.

CARAVANAS, VOTOS Y CINISMO

Ya sabemos cómo se las gastan en la política mexicana: te pintan una ambulancia, le cuelgan unas lonas, te dan una aspirina y, de paso, te piden el voto envuelto en una sonrisa de “yo sí estoy con el pueblo”. Ahora la que anda en ese plan es Andrea Chávez, senadora de Morena por Chihuahua, a quien acaban de cachar con las manos en la unidad médica.

El periodista Carlos Loret de Mola ventiló lo que muchos ya sospechaban: las famosas “Caravanas por la Justicia Social”, organizadas por asociaciones muy cercanas a Morena, no son otra cosa que clientelismo disfrazado de asistencia médica. Un tour de votos que huele más a campaña adelantada que a verdadera preocupación por la salud de la gente. Y el detalle sabroso: el nombre de Andrea Chávez aparece por todos lados, como si fuera la salvadora de la patria en bata blanca.

O sea, le están metiendo recursos públicos —porque sí, esas unidades y médicos cuestan, y mucho— a un operativo político camuflado, donde lo importante no es si te curan, sino que no se te olvide quién te llevó la pastilla pa’l dolor de espalda. Y claro, con la mira puesta en 2027, porque eso de servir al pueblo sin pensar en el hueso ya no lo cree ni el más ingenuo.

Y no es que uno esté en contra de la ayuda social. Al contrario. Pero una cosa es llevar salud a comunidades olvidadas, y otra muy distinta es aprovecharte de la necesidad de la gente para tomarte la foto y decir “¡miren qué chingona soy!”. Eso no es atención médica, es manipulación con bata y estetoscopio de utilería.

Esto no es nuevo. En México llevamos décadas viendo cómo se usa la pobreza como herramienta de campaña. Le cambian el nombre, le ponen moño de “justicia social” o “transformación”, pero el fondo es el mismo: voto a cambio de ayuda, lealtad a cambio de necesidad.

¿Y qué dice la senadora? Que todo es una guerra sucia, que no hay pruebas, que es puro show mediático. Sin Yolanda, Maricarmen. Aquí hay lonas, videos, testimonios y unidades médicas que no se mueven solas. Ya no nos chupamos el dedo.

El problema no es solo que se usen recursos públicos como si fueran de su bolsillo, es la concha con la que lo hacen. Se paran en las comunidades, hacen un evento, se toman la selfie, sueltan el discurso de “amor al pueblo” y luego desaparecen hasta la próxima elección. Como los vendedores de pomadas milagrosas que prometen curarlo todo menos el descaro.

Y mientras tanto, ¿quién fiscaliza?, ¿quién detiene este circo? Nadie. Porque todos —de todos los partidos— han hecho lo mismo. Solo cambian los logos, los colores y los nombres de las supuestas “fundaciones”. Pero el truco es el mismo: convertir la necesidad en un recurso electoral barato.

Así que aguas, porque esto no es solo sobre Andrea Chávez. Es sobre un sistema que permite, promueve y hasta premia este tipo de actos. Porque mientras haya gente sin acceso a salud, sin medicamentos, sin doctores, siempre habrá políticos dispuestos a jugar a ser benefactores… con dinero que no es suyo y sombrero ajeno.

Y eso, amigos, es una mentada de madre con bata médica.

Y sí, ya sé lo que estás pensando: esto no va a cambiar… pero mínimo que no nos vean la cara de nuevo.

ENTRE EL OLVIDO Y EL DESDÉN OFICIAL

Sin flores, sin misa y sin velorio, el INAI chupó faros. Ni una lagrimita se les escurrió a los que desde Palacio lo vieron agonizar con gusto. Al contrario, brindaron con café de olla y galletas de austeridad mientras aprobaban su desaparición. El Instituto Nacional de Transparencia, ese que en su mejor época ayudó a destapar cochinadas monumentales como La Estafa Maestra, hoy ya no existe.

¿Y qué nos van a dar a cambio? Un nuevo “organismo” de nombre rimbombante: Transparencia para el Pueblo, que dependerá directamente del Ejecutivo. O sea, más control, menos transparencia y mucha simulación. Porque si algo no les gusta a los que hoy mandan, es que les anden revisando las cuentas, los contratos, las licitaciones, los viajes, los caprichos y demás chingaderas disfrazadas de servicio público.

El pretexto fue el de siempre: que el INAI era caro, lento, opaco. Y sí, no era perfecto. Pero servía para algo más que de adorno. Gracias a ese instituto supimos cuánta lana se despilfarró en obras, moches y contratos raros. Hoy, sin ese filtro, la información pública es como el unicornio: existe… pero nomás en cuentos.

Mientras tanto, el nuevo ente de “transparencia” será controlado por los mismos que manejan los hilos. Es como si dejaras al ratero cuidar la caja fuerte: te dice que todo está bien, pero ya se chingó lo que había adentro.

Y claro, mientras desaparecen al INAI, siguen existiendo los otros institutos fantasmas que no fiscalizan ni su propio café, pero esos ahí están, vivitos y cobrando. Porque aquí la lógica es sencilla: si no me incomodas, sobrevives. Si me sacas los trapitos al sol, te desaparezco.

Esto no es una ocurrencia menor. Es un retroceso monumental en la lucha por la rendición de cuentas. Pero como ya estamos acostumbrados a que el poder se encuere sin pudor y se limpie con la ley, parece que a nadie le importa que nos estén vendando los ojos con papel de baño reciclado.

Así que, sí, el INAI murió. Y aunque muchos digan “total, ni lo pelaba”, lo cierto es que cuando quieras saber en qué se gastan tus impuestos, te vas a topar con pared. Y no va a haber instancia que te respalde. Porque, te cuento un secreto: ¡la transparencia ya peló gallo!

Y recuerda: el que nada debe, nada teme… pero el que mucho oculta, desaparece al que lo vigila. Nos leemos pronto.